viernes, 26 de octubre de 2012

Introducción a Vulva: la revelación del sexo invisible.


Ésta es una pequeña historia cultural de Occidente a través de la representación del genital femenino en la vida cotidiana, el folclore, la medicina, la mitología, la literatura y el arte. Sin embargo, esto puede parecer desconcertante a simple vista. ¿No basta ya con que existan historias culturales del beso o de la tetera? ¿Qué conocimiento puede obtenerse de la vulva? A objeciones de este tipo puede responderse que todo el mundo es libre de tener su propio concepto del beso o de la tetera, pero casi nadie negaría que estos fenómenos existen, a diferencia de lo que sucede con el genital femenino. Así, la estrella del psicoanálisis francés Jacques Lacan escribe:
En sentido estricto diremos pues que no existe ninguna simbolización del sexo de la mujer como tal. En cualquier caso, la simbolización no es la misma, no tiene el mismo origen ni la misma forma de acceso que la simbolización del sexo del hombre. Y esto es porque el imaginario sólo provee una ausencia allí donde en otros casos hay un símbolo muy destacado.[1]
O dicho en una sola frase: si no tienes pene no tienes órgano sexual ”verdadero”. Una afirmación que de tan evidentemente falsa tendría cierta gracia absurda si con ella Lacan no se situara en la línea de los pensadores más importantes de Occidente. Según Aristóteles, sólo el hombre disponía de suficiente energía para desarrollar partes sexuales completas. Galeno veía el genital femenino como un genital masculino invertido. Y la postura de Sigmund Freud puede ser expresada con la siguiente fórmula: se coge un ser humano –es decir, un hombre-, se le quita el pene y así se obtiene una mujer. También teóricos más recientes como Jean Baudrillard y Roland Barthes explican que cuando las mujeres se desnudan en público, por ejemplo durante un striptease, éstas no podrían descubrir su sexo sino sola y únicamente su carencia de él, es decir, dar voz a la ausencia de falo. La vulva es descrita como agujero, espacio en blanco o nada. En el mejor de los casos, como un pene insuficiente.
Dependiendo de su carácter, cada mujer puede encontrar esto gracioso o desagradable, pero ¿cuál es el significado de la negación de un hecho biológico como la vulva para la percepción de cuerpos bien concretos? A través de una serie de ensayos que llevé a acabo en diferentes grupos de científicas constaté que todas podían dibujar penes pero ninguna podía representar gráficamente una vulva reconocible. Me sentí fascinada. ¿Por qué mujeres muy formadas podían reproducir genitales masculinos sin problemas al tiempo que sus propios genitales les resultaban tan extraños y misteriosos que ni siquiera podían dibujarlos rudimentariamente? Al pensar en ello, advertí que, con la salvedad de las ilustraciones médicas, tanto ellas como yo sólo podíamos ver imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene. Así que decidí ponerme a la búsqueda del lugar simbólico que ocupa la vulva en nuestra cultura.
En primer lugar llamó mi atención la espectacular contradicción de que, por una parte, el sexo femenino no existe o por lo menos es insignificante e invisible, mientras que, al mismo tiempo, aparece como “agujero negro” y “abismo abierto”, como “puerta al infierno, fuente de todas las discordias y problemas en el mundo y posible ruina del hombre”[2]. Su ilustración más persistente es la de la vagina armada con dientes afilados y cubiertos de sangre que aparece con tanta frecuencia en mitos y leyendas y que incluso tiene un nombre propio: vagina dentata. Allí donde la vagina dentata aparece, amenaza al pene con convertirlo, arrancándolo de un mordisco, en aquello a lo que la mirada fálica ha degradado a la vulva, esto es, una ausencia, un agujero, un espacio en blanco. ¿Cómo puede representar un peligro así algo que supuestamente no existe? Nos encontramos aquí con lo que yo llamo un “parpadeo cultural”: cuando dos conceptos están en una situación contradictoria –como colores que se encuentran en los extremos opuestos del espectro- producen una irritación permanente tan pronto como entren en contacto. Se trata siempre de fenómenos profundamente interesantes que indican que detrás se ocultan otros estratos.
Así, en la mayor parte de las mitologías pueden encontrarse historias en las que la humanidad ha sido salvada al menos una vez por la exhibición de la vulva. Existía la creencia arraigada de que las mujeres podían resucitar a los muertos, e incluso vencer al diablo, subiéndose las faldas. El genital femenino era un lugar sagrado y curativo. La vulva no fue ignorada, sino difamada primero con enorme esfuerzo y a continuación negada hasta provocar la opinión errada y absurda de que no valía la pena hablar de ella.
Afortunadamente nada puede ser reprimido por completo; de hecho, a lo largo de mis investigaciones descubrí repentinamente referencias al órgano sexual femenino primario por todas partes en la literatura y el arte de Occidente, es decir, en aquellos medios con los que nuestra cultura se representa estaban desfiguradas y eran apenas legibles puesto que lo que no puede ser comprendido tampoco puede ser representado ni, sobre todo, transformado.
Y precisamente de eso se trata este libro. Es el intento de reconstruir la significación cultural del genital femenino y de hacer visibles los esfuerzos que hubo que realizar para reprimir la vulva, ya que su re/presentación se ponía de manifiesto la lucha por el poder del que emanaba la autoridad para nombrar el cuerpo femenino, siendo en este caso el cuerpo una metonimia de aquello que definimos como “femenino”. Es importante hacer esta distinción puesto que, finalmente, éste es el estudio de un ámbito cultural conflictivo y no una nueva equiparación de los conceptos “mujer” y “cuerpo”. Por encima de todo pretendo reconocer las reacciones que a lo largo de los siglos han hecho visible en palabra e imagen al “sexo invisible”, ya que, como escribió el escritor nativo americano ganador del Premio Pulitzer Natachee Scott Momaday: “Somos nuestras representaciones. […] Lo peor que puede sucedernos es que no haya representaciones de nosotros.”[3]





[1] Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan, Barcelona, Paidós, 1981.
[2] Blackledge, Catherine. Historia de la vagina: un territorio virgen al descubierto, Barcelona, Península, 2005.
[3] Natachee Scott Momaday, citado en Gerald Vicenor,"Socioacupuncture. Mythic Reversals and the Striptease in Four Scenes", en Out There: Marginalisation and Contemporary Cultures, ed. De Russell Ferguson y otros, Nueva York, Cambridge (Massachusetts), Londres, 1990, p. 420.







Sanyal, Mithu M. Vulva. La revelación del sexo invisible. Anagrama. Colección Argumentos.

1 comentario:

  1. es posible que el libro este interesante...
    pero por favor, Lacan jamas le dio ese sentido a lo que esta citando la autora.... deberia estudiar un poco mas el tema antes de usar una cita de esa manera...Se estudian años y años para comprender los seminarios de Lacan....

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