domingo, 28 de octubre de 2012

Una aproximación a la Kali hindú



Kali y Kunda

El antagonismo entre la erotizante María Magdalena y la asexuada parturiente de Dios recibió en el siglo XVII un poderoso apoyo en la imaginación del Occidente cristiano por parte de la diosa hindú Kali.
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Cuando los ingleses bautizaron el pueblo como Calcuta estaban conmocionados por la diosa negra, que era adorada no sólo en el templo sino en todas partes. Los bangalíes adornaban sus casas con imágenes de Kali en las que ésta no llevaba nada sobre su cuerpo oscuro a excepción de una ristra de cráneos y una falda de brazos cortados de hombres y la llamaban afectuosamente “Kali Ma”, es decir, “Madre Kali”. Los británicos se desesperaban casi al intentar comprender de dónde provenían el amor y la confianza en esta deidad innegablemente femenina que carecía de los atributos de la feminidad reconocibles por ellos y se diferenciaba profundamente de su virginal Madre de Dios. Más que las armas en las numerosas manos de Kali y la sangre que goteaba de la boca de la diosa, lo que extrañaba a los británicos era su desnudez explícita, su sexo expuesto y la relación con su esposo, Shiva. Tradicionalmente, Kali es representada de pie sobre Shiva o sentada sobre él durante el acto sexual: el dios yace de espaldas, relajado y pasivo, sonríe a la activa diosa. Kali no sólo era la diosa de la anarquía y de la sexualidad agresiva sino por encima de todo una mujer que dominaba a su marido,[1]y, en correspondencia con esto, los informes que se transmitieron sobre ella en la Inglaterra metropolitana giraban como hipnotizados alrededor de su sexualidad “sin límites”, de la que se derivaba una tendencia a más transgresiones. A Kali se le atribuyeron orgías sangrientas con sacrificios humanos, violencia mezclada con voluptuosidad y, como punto culminante del horror, una alegría no disimulada por disponer de sus propias fuerzas. Los thugs, miembros de las famosas y temidas bandas de ladrones de la India, fueron estilizados en discípulos de Kali, y sus incursiones, en misas negras para la diosa de las que, supuestamente, los participantes obtenían una especie de gratificación erótica perversa. “Esta deidad es la santa patrona declarada de las más horribles transgresiones contra la paz social”[2], apuntó el misionero Caleb Wright en 1853.
Aunque el miedo fue el hilo conductor de las discusiones de la época sobre la diosa, espantosamente erótica, este temor estaba claramente imbuido de fascinación, ya que Kali encarnaba el Extremo Oriente, el Otro más extranjero, el “corazón más oscuro de la India”:[3] con el pretexto de la indignación moral, una sociedad satisfacía así sus deseos reprimidos. Al fin y al cabo, no es casualidad que en la fase álgida del colonialismo de ultramar devorara tratados médcos como Psychopathia sexuales, de Richard von Krafft-Ebing, con una excitación apenas e insuficientemente disimulada y que el interés científico en las perversiones sexuales haya alcanzado su pico. El colonialismo era en sí mismo un proyecto de género: Occidente se concebía a sí mismo como masculino, lógico y activo al tiempo que imaginaba el Oriente como pasivo, irracional o peligroso y engañoso; en cualquier caso, como una mujer que debía ser conquistada y poseída.
En consecuencia, las metáforas escogidas para referirse a la incursión militar en países extranjeros giraban principalmente alrededor de la penetración y la violación, como es práctica de los conquistadores con demasiada frecuencia. En esas metáforas, a Calcuta le correspondía – en cuanto puerta de entrada de los ingleses en India – el papel del genital femenino.(…)
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Más habitualmente, sin embargo, a manera de justificación de la actuación propia se utilizaba la referencia al papel que jugaba la sexualidad en el hinduismo o, más concretamente, en el shaktismo, es decir, en los cultos que giraban en torno a la diosa y celebraban la sexualidad femenina activa como fuerza creativa. El teniente George Fletcher MacMunn, ignorando el verdadero significado ritual de la sexualidad en India, apuntó que “todo lo que tiene que ver con el sexo, la procreación, la unión y la pasión humanas, es adorado y glorificado”.[4]
En la imaginación de los británicos, el hindú era conducido por la mujer indígena al agotamiento en una especie de vampirismo sexual, una concepción similar a la noción medieval de que, al mantener relaciones sexuales, la mujer robaba al hombre el calor interno. “Cuando el anglosajón llega por primera vez a la plenitud de la virilidad”[5], el hindú ya está completamente agotado,”pobre y enfermo, y sus manos están demasiado débiles para sostener las tiendas del gobierno”.[6] La intervención de los británicos era, por tanto, una obligación moral y estaba concebida sólo para bien de los hindúes, que debían ser protegidos de sí mismos pero especialmente de sus mujeres que los ingleses imaginaban como una horda de pequeñas Kalis.
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La que probablemente sea la primera mención a Kali se encuentra en el Devi Mahatmya[7], uno de los textos más importantes del hinduismo. Allí se narra cómo los dioses, al no poder imponerse ante una fuerza superior de asuras o demonios de la mitología india, llaman en su auxilio a Kali en su personificación como Durga. Cuando ve que los dioses están perdidos sin ella, Kali acepta, pero lo hace con la condición de que se le permita luchar conservando su avatar original y con la ayuda de las demás diosas.
A continuación, Sumbha, el líder de los demonios, lo intenta todo para quebrar la solidaridad de las mujeres y derrotar a Kali/Durga: le ofrece matrimonio, la amenaza con violarla, trata de dominarla brutalmente. Sin éxito.
Finalmente le grita: “¡Lucha como un hombre!”
Pero Kali/Durga no es un hombre, y no quiere serlo, de modo que, como en un nacimiento invertido, se introduce a las otras diosas en el cuerpo a través del órgano genital y esta alianza de poderes femeninos derrota a Sumbha. Aliviados, los dioses se lanzan a sus pies y quieren hacer de ella su soberana, pero la diosa no tiene ningún interés en gobiernos y sometimientos y sigue su propio camino.






[1] Véase Hugh B. Urban, “India’s Darkest Heart”. Kali in the Colonial Imagination, en Rachel Fell McDermott y Jeffrey J. Kripal (eds.), Encoutering Kali. In the Margins, at the Center, in the West, Berkeley, Los ángeles y Londres, 2003, pp. 173-174.
[2] Caleb Wright, India and Its Inhabitants, citado en Urban “India’s Darkest Heart”, p. 178
[3] Véase Urban, “India’s Darkest Heart”, p. 170. Véase también Ronald B. Inden, Imagining India, Oxford, 1990.
[4] Sir George Fletcher MacMunn, The Underworld of India, Londres, 1933, p. 96. La sexualidad desempeña un papel central solo en un tipo de hinduismo, el shaktismo.
[5] Mayo, Mother India, p. 38.
[6] Íbidem. Véase también Kenneth Ballhatchet, Race, Sex and Class under the Raj. Imperial Attitudes an Policies and Their Critics 1793-1905, nueva York, 1980.
[7] Véase Thomas B. Coburn, Encountering the Goddess: A Translation of the Devi-Mahatmya and a Study of Its Interpretation, Nueva York, 1991.



Sanyal, Mithu M. Vulva. La revelación del sexo invisible. Anagrama. Colección Argumentos.

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