Kali y Kunda
El
antagonismo entre la erotizante María Magdalena y la asexuada parturiente de
Dios recibió en el siglo XVII un poderoso apoyo en la imaginación del Occidente
cristiano por parte de la diosa hindú Kali.
(…)
Cuando los
ingleses bautizaron el pueblo como Calcuta estaban conmocionados por la diosa
negra, que era adorada no sólo en el templo sino en todas partes. Los bangalíes
adornaban sus casas con imágenes de Kali en las que ésta no llevaba nada sobre
su cuerpo oscuro a excepción de una ristra de cráneos y una falda de brazos cortados
de hombres y la llamaban afectuosamente “Kali
Ma”, es decir, “Madre Kali”. Los británicos se desesperaban casi al
intentar comprender de dónde provenían el amor y la confianza en esta deidad
innegablemente femenina que carecía de los atributos de la feminidad
reconocibles por ellos y se diferenciaba profundamente de su virginal Madre de
Dios. Más que las armas en las numerosas manos de Kali y la sangre que goteaba
de la boca de la diosa, lo que extrañaba a los británicos era su desnudez
explícita, su sexo expuesto y la relación con su esposo, Shiva. Tradicionalmente,
Kali es representada de pie sobre Shiva o sentada sobre él durante el acto
sexual: el dios yace de espaldas, relajado y pasivo, sonríe a la activa diosa.
Kali no sólo era la diosa de la anarquía y de la sexualidad agresiva sino por
encima de todo una mujer que dominaba a su marido,[1]y,
en correspondencia con esto, los informes que se transmitieron sobre ella en la
Inglaterra metropolitana giraban como hipnotizados alrededor de su sexualidad “sin
límites”, de la que se derivaba una tendencia a más transgresiones. A Kali se
le atribuyeron orgías sangrientas con sacrificios humanos, violencia mezclada
con voluptuosidad y, como punto culminante del horror, una alegría no
disimulada por disponer de sus propias fuerzas. Los thugs, miembros de las
famosas y temidas bandas de ladrones de la India, fueron estilizados en
discípulos de Kali, y sus incursiones, en misas negras para la diosa de las
que, supuestamente, los participantes obtenían una especie de gratificación
erótica perversa. “Esta deidad es la santa patrona declarada de las más
horribles transgresiones contra la paz social”[2],
apuntó el misionero Caleb Wright en 1853.
Aunque el
miedo fue el hilo conductor de las discusiones de la época sobre la diosa,
espantosamente erótica, este temor estaba claramente imbuido de fascinación, ya
que Kali encarnaba el Extremo Oriente, el Otro más extranjero, el “corazón más
oscuro de la India”:[3]
con el pretexto de la indignación moral, una sociedad satisfacía así sus deseos
reprimidos. Al fin y al cabo, no es casualidad que en la fase álgida del
colonialismo de ultramar devorara tratados médcos como Psychopathia sexuales, de Richard von Krafft-Ebing, con una
excitación apenas e insuficientemente disimulada y que el interés científico en
las perversiones sexuales haya alcanzado su pico. El colonialismo era en sí
mismo un proyecto de género: Occidente
se concebía a sí mismo como masculino, lógico y activo al tiempo que imaginaba
el Oriente como pasivo, irracional o peligroso y engañoso; en cualquier caso,
como una mujer que debía ser conquistada y poseída.
En
consecuencia, las metáforas escogidas para referirse a la incursión militar en
países extranjeros giraban principalmente alrededor de la penetración y la
violación, como es práctica de los conquistadores con demasiada frecuencia. En
esas metáforas, a Calcuta le correspondía – en cuanto puerta de entrada de los
ingleses en India – el papel del genital femenino.(…)
(…)
Más
habitualmente, sin embargo, a manera de justificación de la actuación propia se
utilizaba la referencia al papel que jugaba la sexualidad en el hinduismo o,
más concretamente, en el shaktismo, es decir, en los cultos que giraban en
torno a la diosa y celebraban la sexualidad femenina activa como fuerza
creativa. El teniente George Fletcher MacMunn, ignorando el verdadero
significado ritual de la sexualidad en India, apuntó que “todo lo que tiene que
ver con el sexo, la procreación, la unión y la pasión humanas, es adorado y
glorificado”.[4]
En la
imaginación de los británicos, el hindú era conducido por la mujer indígena al
agotamiento en una especie de vampirismo sexual, una concepción similar a la
noción medieval de que, al mantener relaciones sexuales, la mujer robaba al
hombre el calor interno. “Cuando el anglosajón llega por primera vez a la
plenitud de la virilidad”[5],
el hindú ya está completamente agotado,”pobre y enfermo, y sus manos están
demasiado débiles para sostener las tiendas del gobierno”.[6]
La intervención de los británicos era, por tanto, una obligación moral y estaba
concebida sólo para bien de los hindúes, que debían ser protegidos de sí mismos
pero especialmente de sus mujeres que los ingleses imaginaban como una horda de
pequeñas Kalis.
(…)
La que
probablemente sea la primera mención a Kali se encuentra en el Devi Mahatmya[7],
uno de los textos más importantes del hinduismo. Allí se narra cómo los
dioses, al no poder imponerse ante una fuerza superior de asuras o demonios de la mitología india, llaman en su auxilio a
Kali en su personificación como Durga. Cuando ve que los dioses están perdidos
sin ella, Kali acepta, pero lo hace con la condición de que se le permita
luchar conservando su avatar original y con la ayuda de las demás diosas.
A
continuación, Sumbha, el líder de los demonios, lo intenta todo para quebrar la
solidaridad de las mujeres y derrotar a Kali/Durga: le ofrece matrimonio, la
amenaza con violarla, trata de dominarla brutalmente. Sin éxito.
Finalmente
le grita: “¡Lucha como un hombre!”
Pero
Kali/Durga no es un hombre, y no quiere serlo, de modo que, como en un
nacimiento invertido, se introduce a las otras diosas en el cuerpo a través del
órgano genital y esta alianza de poderes femeninos derrota a Sumbha. Aliviados,
los dioses se lanzan a sus pies y quieren hacer de ella su soberana, pero la
diosa no tiene ningún interés en gobiernos y sometimientos y sigue su propio
camino.
[1] Véase Hugh B. Urban, “India’s
Darkest Heart”. Kali in the Colonial Imagination, en Rachel Fell McDermott y Jeffrey
J. Kripal (eds.), Encoutering Kali. In
the Margins, at the Center, in the West, Berkeley, Los ángeles y Londres,
2003, pp. 173-174.
[2] Caleb Wright, India and Its Inhabitants, citado en
Urban “India’s Darkest Heart”, p. 178
[3] Véase Urban, “India’s Darkest
Heart”, p. 170. Véase también Ronald B. Inden, Imagining India, Oxford, 1990.
[4] Sir George Fletcher MacMunn,
The Underworld of India, Londres, 1933, p. 96. La sexualidad
desempeña un papel central solo en un tipo de hinduismo, el shaktismo.
[5] Mayo, Mother India, p. 38.
[6] Íbidem. Véase también Kenneth
Ballhatchet, Race, Sex and Class under
the Raj. Imperial Attitudes an Policies and Their Critics 1793-1905, nueva
York, 1980.
[7] Véase Thomas B. Coburn, Encountering the Goddess: A Translation of
the Devi-Mahatmya and a Study of Its Interpretation, Nueva York, 1991.
Sanyal, Mithu M. Vulva. La revelación del sexo invisible. Anagrama. Colección Argumentos.
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