Ésta es una
pequeña historia cultural de Occidente a través de la representación del
genital femenino en la vida cotidiana, el folclore, la medicina, la mitología,
la literatura y el arte. Sin embargo, esto puede parecer desconcertante a
simple vista. ¿No basta ya con que existan historias culturales del beso o de
la tetera? ¿Qué conocimiento puede obtenerse de la vulva? A objeciones de este
tipo puede responderse que todo el mundo es libre de tener su propio concepto
del beso o de la tetera, pero casi nadie negaría que estos fenómenos existen, a
diferencia de lo que sucede con el genital femenino. Así, la estrella del
psicoanálisis francés Jacques Lacan escribe:
En sentido
estricto diremos pues que no existe ninguna simbolización del sexo de la mujer
como tal. En cualquier caso, la simbolización no es la misma, no tiene el mismo
origen ni la misma forma de acceso que la simbolización del sexo del hombre. Y
esto es porque el imaginario sólo provee una ausencia allí donde en otros casos
hay un símbolo muy destacado.[1]
O dicho en
una sola frase: si no tienes pene no tienes órgano sexual ”verdadero”. Una
afirmación que de tan evidentemente falsa tendría cierta gracia absurda si con
ella Lacan no se situara en la línea de los pensadores más importantes de
Occidente. Según Aristóteles, sólo el hombre disponía de suficiente energía
para desarrollar partes sexuales completas. Galeno veía el genital femenino
como un genital masculino invertido. Y la postura de Sigmund Freud puede ser
expresada con la siguiente fórmula: se coge un ser humano –es decir, un
hombre-, se le quita el pene y así se obtiene una mujer. También teóricos más
recientes como Jean Baudrillard y Roland Barthes explican que cuando las
mujeres se desnudan en público, por ejemplo durante un striptease, éstas no podrían descubrir su sexo sino sola y
únicamente su carencia de él, es decir, dar voz a la ausencia de falo. La vulva
es descrita como agujero, espacio en blanco o nada. En el mejor de los casos,
como un pene insuficiente.
Dependiendo
de su carácter, cada mujer puede encontrar esto gracioso o desagradable, pero
¿cuál es el significado de la negación de un hecho biológico como la vulva para
la percepción de cuerpos bien concretos? A través de una serie de ensayos que
llevé a acabo en diferentes grupos de científicas constaté que todas podían
dibujar penes pero ninguna podía representar gráficamente una vulva reconocible.
Me sentí fascinada. ¿Por qué mujeres muy formadas podían reproducir genitales
masculinos sin problemas al tiempo que sus propios genitales les resultaban tan
extraños y misteriosos que ni siquiera podían dibujarlos rudimentariamente? Al
pensar en ello, advertí que, con la salvedad de las ilustraciones médicas,
tanto ellas como yo sólo podíamos ver imágenes de la vulva como productos de
las industrias del porno y de la higiene. Así que decidí ponerme a la búsqueda
del lugar simbólico que ocupa la vulva en nuestra cultura.
En primer
lugar llamó mi atención la espectacular contradicción de que, por una parte, el
sexo femenino no existe o por lo menos es insignificante e invisible, mientras
que, al mismo tiempo, aparece como “agujero negro” y “abismo abierto”, como “puerta
al infierno, fuente de todas las discordias y problemas en el mundo y posible
ruina del hombre”[2].
Su ilustración más persistente es la de la vagina armada con dientes afilados y
cubiertos de sangre que aparece con tanta frecuencia en mitos y leyendas y que
incluso tiene un nombre propio: vagina
dentata. Allí donde la vagina dentata
aparece, amenaza al pene con convertirlo, arrancándolo de un mordisco, en
aquello a lo que la mirada fálica ha degradado a la vulva, esto es, una
ausencia, un agujero, un espacio en blanco. ¿Cómo puede representar un peligro
así algo que supuestamente no existe? Nos encontramos aquí con lo que yo llamo
un “parpadeo cultural”: cuando dos conceptos están en una situación contradictoria
–como colores que se encuentran en los extremos opuestos del espectro- producen
una irritación permanente tan pronto como entren en contacto. Se trata siempre
de fenómenos profundamente interesantes que indican que detrás se ocultan otros
estratos.
Así, en la
mayor parte de las mitologías pueden encontrarse historias en las que la
humanidad ha sido salvada al menos una vez por la exhibición de la vulva.
Existía la creencia arraigada de que las mujeres podían resucitar a los
muertos, e incluso vencer al diablo, subiéndose las faldas. El genital femenino
era un lugar sagrado y curativo. La vulva no fue ignorada, sino difamada
primero con enorme esfuerzo y a continuación negada hasta provocar la opinión
errada y absurda de que no valía la pena hablar de ella.
Afortunadamente
nada puede ser reprimido por completo; de hecho, a lo largo de mis
investigaciones descubrí repentinamente referencias al órgano sexual femenino
primario por todas partes en la literatura y el arte de Occidente, es decir, en
aquellos medios con los que nuestra cultura se representa estaban desfiguradas
y eran apenas legibles puesto que lo que no puede ser comprendido tampoco puede
ser representado ni, sobre todo, transformado.
Y
precisamente de eso se trata este libro. Es el intento de reconstruir la
significación cultural del genital femenino y de hacer visibles los esfuerzos
que hubo que realizar para reprimir la vulva, ya que su re/presentación se
ponía de manifiesto la lucha por el poder del que emanaba la autoridad para
nombrar el cuerpo femenino, siendo en este caso el cuerpo una metonimia de
aquello que definimos como “femenino”. Es importante hacer esta distinción
puesto que, finalmente, éste es el estudio de un ámbito cultural conflictivo y
no una nueva equiparación de los conceptos “mujer” y “cuerpo”. Por encima de
todo pretendo reconocer las reacciones que a lo largo de los siglos han hecho
visible en palabra e imagen al “sexo invisible”, ya que, como escribió el
escritor nativo americano ganador del Premio Pulitzer Natachee Scott Momaday: “Somos
nuestras representaciones. […] Lo peor que puede sucedernos es que no haya
representaciones de nosotros.”[3]
[1] Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan, Barcelona, Paidós, 1981.
[2] Blackledge, Catherine. Historia de la vagina: un territorio virgen
al descubierto, Barcelona, Península, 2005.
[3] Natachee Scott Momaday,
citado en Gerald Vicenor,"Socioacupuncture.
Mythic Reversals and the Striptease in Four Scenes", en Out
There: Marginalisation and Contemporary Cultures, ed. De Russell Ferguson y
otros, Nueva York, Cambridge (Massachusetts), Londres, 1990, p. 420.
es posible que el libro este interesante...
ResponderEliminarpero por favor, Lacan jamas le dio ese sentido a lo que esta citando la autora.... deberia estudiar un poco mas el tema antes de usar una cita de esa manera...Se estudian años y años para comprender los seminarios de Lacan....