domingo, 28 de octubre de 2012

Otra vez las hechiceras: de círculos y otras cosas.


Ningún tántrico rechazaría una sola palabra de lo que dice Star Hawk:
“Nuestra relación con la Tierra y las especies que la habitan está también condicionada por nuestros modelos religiosos. Concebir a Dios como ajeno a la naturaleza autoriza a la utilización y el saqueo de los recursos del planeta… Resultado: la contaminación y la destrucción ecológica masiva que amenazan incluso a la humanidad… La witchcraft es una religión ecológica, pues su objetivo es la armonía con la naturaleza a fin de que la vida pueda no sólo sobrevivir sino prosperar…”
Salvo las witches modernas, son pocos los que sospechan la importancia capital de esa corriente subterránea y delo que prepara, es decir, una revolución pacífica de los valores sobre los cuales está construida nuestra civilización en crisis. La salvación vendrá de los valores femeninos, de ese movimiento invisible superficialmente que se extiende tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña. Los adeptos de la Antigua Religión forman “asambleas”, pequeñas unidades autónomas de veinte a treinta personas solamente, en su mayoría mujeres, y que tienen entre sí una gran cohesión. Ningún poder central fija su liturgia o sus ritos. A la inversa del modelo masculino, esta corriente no se estructura como una pirámide jerarquizada. Esta aparente “debilidad” tranquilizadora para el establishment convierte a este movimiento en una fuerza invencible, pues no puede ser decapitado ni disuelto.
Algunas asambleas afirman perpetuar prácticas transmitidas sin interrupción desde los orígenes.
(…)
Todos los ritos de la witchcraft son mágicos y, como en el tantra, “todo ritual comienza con la formación de un espacio sagrado circular que crea un templo en el corazón del bosque o en el centro de la morada donde se realiza. Entonces la Diosa y los dioses son evocados y despertados en cada participante. Los cantos y las danzas despiertan la fuerza sutil  que modela la realidad última. Se comparten el alimento y la bebida.” (El cono de potencia explica la forma cónica del sobrero de la bruja de caricatura.)
(…)
Y esto también: “Cada mes, preferentemente en luna llena, reuníos en lugar secreto y adoradme a mí que soy la reina de la sabiduría. Seréis entonces liberados de toda esclavitud y, como símbolo de esa libertad, estaréis desnudos durante los ritos. Cantad, festejad, danzad, haced música y haced el amor, todo en Mi presencia, pues yo soy a la vez el éxtasis espiritual y el goce terrenal. Mi ley es la del amor entre todos los seres”.
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Y lo que sigue coincide punto por punto con el culto shakta del tantra: “En la witchcraft, no creemos en la Diosa, nos vinculamos con ella por medio de la luna, las estrellas, el océano, la tierra, los árboles, los animales, los otros seres humanos, a través de nosotros mismos. Ella está aquí, en el centro de todos y de todos. Ella es el círculo completo: tierra, aire, fuego agua y esencia; cuerpo, mente, espíritu, emoción, cambio. (Observemos: los mismos cinco elementos del tantra…) La Diosa existía antes que toda la Tierra, es la oscura, la madre nutricia que produce toda la vida. (¡Llamémosla Kali y estaremos en pleno tantra!) Ella es el poder fecundador de la vida, el útero, pero también la tumba que nos recibe y el poder de la muerte. Todo proviene de ella, todo regresa a ella… Ella es el cuerpo y el cuerpo es sagrado. Útero, seno, vientre, boca, vagina, pene, huesos, sangre, ninguna parte del cuerpo es impura, ningún aspecto del proceso de la vida está manchado por el pecado. El nacimiento, la muerte y la disolución son las tres palabras sagradas del ciclo. Ya comamos, durmamos, hagamos el amor o eliminemos los desechos de nuestro cuerpo, siempre estamos manifestando a la Diosa.”
Reemplace el lector Diosa por Shakti y estas líneas podrían provenir de un texto tántrico, como el siguiente: “Su culto puede tomar cualquier forma, en cualquier lugar, no requiere liturgia, ni catedral, ni confesión. (…) El deseo es el cemento del universo, une el electrón con el núcleo, el planeta con el Sol, crea las formas, crea el mundo. Seguid el deseo hasta su término, uníos con el objeto deseado hasta convertiros en ese objeto, hasta convertiros en la Diosa.
“Para la mujer, la Diosa simboliza su ser más profundo, el poder liberador, nutritivo y benéfico. El cosmos está modelado como el cuerpo de la mujer, que es sagrado. Todas las fases de la vida son sagradas. La edad es una bendición, no una maldición. La Diosa no restringe a la mujer a ser un cuerpo, sino que despierta en ella el espíritu, la mente, las emociones, a través de la Diosa, la mujer puede conocer la potencia de su cólera y de su agresividad, tanto como la fuerza de su amor”.
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Un tántrico occidental, mi amigo John Mumford, de Melbourne, ha captado muy bien la importancia del fenómeno “Wicca”. Escribe en su Sexual Occultism:
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“El tantra está centrado en torno a Shakti, polo femenino positivo, responsable de la manifestación dinámica. Es el equivalente directo de la Grn Diosa Madre que constitye el punto cenal del culto Wicca.
“La chakra puja, el círculo de los adoradores, donde alternan hombres y mujeres, es el equivalente a la “asamblea” y, en los dos casos, el acento cae sobre la desnudez ritual. El objetivo del círculo (él mismo símbolo femenino y uterino) es encerrar y captar las energías psíquicas (prana) emitidas por la carne viviente de los participantes. A medida que la excitación sexual y emocional aumenta, se desprende más irradiación, más “vapor”, disponible para los usos ocultos. Esta energía forma un cono de potencia por encima del grupo, similar al remolino vertiginoso de la fuerza psíquica liberada en la cópula.
(…)
¿Qué puedo hacer, sino repetir que esta visión corresponde, punto por punto, a la esencia del tantra? Y repetir también que sería tan fácil como lamentable subestimar la importancia de la Wicca moderna porque es subterránea, pues aporta la esperanza de evitar, por el resurgimiento  de los valores de la Feminidad, el derrumbamiento catastrófico de nuestra civilización. No importa la etiqueta bajo la cual estas ideas fundamentales se difunden –witchcraft, tantra o cualquier otra-; lo esencial es que eso suceda.
Esta corriente es irresistible e irreversible porque es universal y eterna. Abuso de las citas, pero es difícil resistirse a ésta, provenientes de un horizonte tan diferente:
“En la mujer se revela la naturaleza del Eterno Femenino que trasciende todas sus encarnaciones terrestres –cada mujer y cada símbolo individual-. La emergencia del arquetipo de la Femineidad en todas las culturas, en todas las épocas y entre todos los hombre desde la prehistoria, constituye también la realidad viviente de la mujer moderna, sus sueños y sus visiones, sus fantasmas y sus impulsos, sus proyecciones y sus relaciones, sus fijaciones y sus mutaciones.
“La Gran Diosa encarna el Sí-mismo Femenino, que se despliega en la historia del género humano así como en cada mujer individual; su realidad determina la vida individual y colectiva. Este universo psíquico arquetípico está inmerso en el poder subyacente que, incluso hoy –en parte con los mismos símbolos y en el mismo orden de desarrollo, en parte con modalidades y variaciones dinámicas-, determina la historia psíquica del hombre y la mujer modernos.”
Estas líneas, llenas de sentido y de esperanza, merecen ser releídas y retenidas. Erich Neumann, psicoanalista junguiano, las escribió en Tel Aviv –que es considerado el bastión del patriarcado-, donde murió en 1960.

Van Lysebeth, André. Tantra, el culto de lo femenino. Urano.

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