Ningún
tántrico rechazaría una sola palabra de lo que dice Star Hawk:
“Nuestra
relación con la Tierra y las especies que la habitan está también condicionada
por nuestros modelos religiosos. Concebir a Dios como ajeno a la naturaleza
autoriza a la utilización y el saqueo de los recursos del planeta… Resultado:
la contaminación y la destrucción ecológica masiva que amenazan incluso a la
humanidad… La witchcraft es una
religión ecológica, pues su objetivo es la armonía con la naturaleza a fin de
que la vida pueda no sólo sobrevivir sino prosperar…”
Salvo las witches modernas, son pocos los que
sospechan la importancia capital de esa corriente subterránea y delo que
prepara, es decir, una revolución pacífica de los valores sobre los cuales está
construida nuestra civilización en crisis. La salvación vendrá de los valores
femeninos, de ese movimiento invisible superficialmente que se extiende tanto
en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña. Los adeptos de la Antigua
Religión forman “asambleas”, pequeñas unidades autónomas de veinte a treinta
personas solamente, en su mayoría mujeres, y que tienen entre sí una gran
cohesión. Ningún poder central fija su liturgia o sus ritos. A la inversa del
modelo masculino, esta corriente no se estructura como una pirámide
jerarquizada. Esta aparente “debilidad” tranquilizadora para el establishment convierte a este
movimiento en una fuerza invencible, pues no puede ser decapitado ni disuelto.
Algunas
asambleas afirman perpetuar prácticas transmitidas sin interrupción desde los
orígenes.
(…)
Todos los
ritos de la witchcraft son mágicos y,
como en el tantra, “todo ritual comienza con la formación de un espacio sagrado
circular que crea un templo en el corazón del bosque o en el centro de la
morada donde se realiza. Entonces la Diosa y los dioses son evocados y
despertados en cada participante. Los cantos y las danzas despiertan la fuerza
sutil que modela la realidad última. Se
comparten el alimento y la bebida.” (El cono
de potencia explica la forma cónica del sobrero de la bruja de caricatura.)
(…)
Y esto
también: “Cada mes, preferentemente en luna llena, reuníos en lugar secreto y
adoradme a mí que soy la reina de la sabiduría. Seréis entonces liberados de
toda esclavitud y, como símbolo de esa libertad, estaréis desnudos durante los
ritos. Cantad, festejad, danzad, haced música y haced el amor, todo en Mi
presencia, pues yo soy a la vez el éxtasis espiritual y el goce terrenal. Mi
ley es la del amor entre todos los seres”.
(…)
Y lo que
sigue coincide punto por punto con el culto shakta
del tantra: “En la witchcraft, no creemos en la Diosa, nos vinculamos con ella por medio de la
luna, las estrellas, el océano, la tierra, los árboles, los animales, los otros
seres humanos, a través de nosotros mismos. Ella está aquí, en el centro de
todos y de todos. Ella es el círculo completo: tierra, aire, fuego agua y
esencia; cuerpo, mente, espíritu, emoción, cambio. (Observemos: los mismos
cinco elementos del tantra…) La Diosa existía antes que toda la Tierra, es la
oscura, la madre nutricia que produce toda la vida. (¡Llamémosla Kali y
estaremos en pleno tantra!) Ella es el poder fecundador de la vida, el útero,
pero también la tumba que nos recibe y el poder de la muerte. Todo proviene de
ella, todo regresa a ella… Ella es el cuerpo y el cuerpo es sagrado. Útero,
seno, vientre, boca, vagina, pene, huesos, sangre, ninguna parte del cuerpo es
impura, ningún aspecto del proceso de la vida está manchado por el pecado. El
nacimiento, la muerte y la disolución son las tres palabras sagradas del ciclo.
Ya comamos, durmamos, hagamos el amor o eliminemos los desechos de nuestro
cuerpo, siempre estamos manifestando a la Diosa.”
Reemplace
el lector Diosa por Shakti y estas líneas podrían provenir de un texto
tántrico, como el siguiente: “Su culto puede tomar cualquier forma, en
cualquier lugar, no requiere liturgia, ni catedral, ni confesión. (…) El deseo
es el cemento del universo, une el electrón con el núcleo, el planeta con el
Sol, crea las formas, crea el mundo. Seguid el deseo hasta su término, uníos
con el objeto deseado hasta convertiros en ese objeto, hasta convertiros en la
Diosa.
“Para la
mujer, la Diosa simboliza su ser más profundo, el poder liberador, nutritivo y
benéfico. El cosmos está modelado como el cuerpo de la mujer, que es sagrado.
Todas las fases de la vida son sagradas. La edad es una bendición, no una
maldición. La Diosa no restringe a la mujer a ser un cuerpo, sino que despierta
en ella el espíritu, la mente, las emociones, a través de la Diosa, la mujer
puede conocer la potencia de su cólera y de su agresividad, tanto como la
fuerza de su amor”.
(…)
Un tántrico
occidental, mi amigo John Mumford, de Melbourne, ha captado muy bien la
importancia del fenómeno “Wicca”. Escribe en su Sexual Occultism:
(…)
“El tantra
está centrado en torno a Shakti, polo femenino positivo, responsable de la manifestación
dinámica. Es el equivalente directo de la Grn Diosa Madre que constitye el
punto cenal del culto Wicca.
“La chakra puja, el círculo de los
adoradores, donde alternan hombres y mujeres, es el equivalente a la “asamblea”
y, en los dos casos, el acento cae sobre la desnudez ritual. El objetivo del
círculo (él mismo símbolo femenino y uterino) es encerrar y captar las energías
psíquicas (prana) emitidas por la carne viviente de los participantes. A medida
que la excitación sexual y emocional aumenta, se desprende más irradiación, más
“vapor”, disponible para los usos ocultos. Esta energía forma un cono de potencia
por encima del grupo, similar al remolino vertiginoso de la fuerza psíquica
liberada en la cópula.
(…)
¿Qué puedo
hacer, sino repetir que esta visión corresponde, punto por punto, a la esencia
del tantra? Y repetir también que sería tan fácil como lamentable subestimar la
importancia de la Wicca moderna porque es subterránea, pues aporta la esperanza
de evitar, por el resurgimiento de los
valores de la Feminidad, el derrumbamiento catastrófico de nuestra
civilización. No importa la etiqueta bajo la cual estas ideas fundamentales se
difunden –witchcraft, tantra o
cualquier otra-; lo esencial es que eso suceda.
Esta corriente
es irresistible e irreversible porque es universal y eterna. Abuso de las
citas, pero es difícil resistirse a ésta, provenientes de un horizonte tan
diferente:
“En la
mujer se revela la naturaleza del Eterno Femenino que trasciende todas sus
encarnaciones terrestres –cada mujer y cada símbolo individual-. La emergencia
del arquetipo de la Femineidad en todas las culturas, en todas las épocas y
entre todos los hombre desde la prehistoria, constituye también la realidad
viviente de la mujer moderna, sus sueños y sus visiones, sus fantasmas y sus
impulsos, sus proyecciones y sus relaciones, sus fijaciones y sus mutaciones.
“La Gran
Diosa encarna el Sí-mismo Femenino, que se despliega en la historia del género
humano así como en cada mujer individual; su realidad determina la vida
individual y colectiva. Este universo psíquico arquetípico está inmerso en el
poder subyacente que, incluso hoy –en parte con los mismos símbolos y en el
mismo orden de desarrollo, en parte con modalidades y variaciones dinámicas-,
determina la historia psíquica del hombre y la mujer modernos.”
Estas
líneas, llenas de sentido y de esperanza, merecen ser releídas y retenidas.
Erich Neumann, psicoanalista junguiano, las escribió en Tel Aviv –que es
considerado el bastión del patriarcado-, donde murió en 1960.
Van Lysebeth, André. Tantra, el culto de lo femenino. Urano.
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