domingo, 30 de septiembre de 2012

Tomar conciencia de la menstruación

Menstruar es uno de los grandes tabúes de la sociedad moderna, y el hecho de que una mujer deje ver que está sangrando puede resultar muy embarazoso. Sin embargo, merece la pena que analices tu propia reacción ante ese flujo con el que convives mes a mes para descubrir el porqué de cómo te sientes. ¿Cómo reaccionas cuando la sangre te mancha la ropa? ¿Eres capaz de tocarla? ¿Cómo te sientes si tu pareja la ve? ¿Usas tampones y esperaas vivir ese período como el resto del mes? ¿Eres consciente de la menstruación de otras mujeres con las que te relacionas? ¿Qué sabes de sus ciclos?
La pregunta sería la siguiente: ¿cuántas mujeres realmente son conscientes de que su regla es algo más que una función fisiológica mensual que resulta molesta, <<sucia>> y que le impide llevar la misma vida que el resto del mes? En la actualidad un gran porcentaje utiliza algún tipo de tampón, pues así puede seguir con su actividad diaria <<normal>> sin tener que preocuparse por las manchas y los desagradables bultos bajo la ropa, además de tener la posibilidad de nadar y hacer cualquier otra actividad física. El tampón ha concedido a la población femenina una libertad de movimiento que las compresas no le daban, pero al mismo tiempo no le deja tomar conciencia del acto de sangrar. Y a menos que sepas que vas a mesntruar porque sufres el síndrome premenstrual o sientes dolor, te <<desharás>> por completo de tu ciclo hasta que tengas que cambiarte el tampón.
El estigma social atribuido al sangrado femenino es que es incontrolable. De hecho, cuando la mujer tiene la posibilidad de sangrar libremente, sin encubrimientos, toma conciencia de que no puede hacer que el flujo se detenga; es un acto tan inevitable como el surgimiento de las energías asociadas a la menstruación. Por este motivo, lo que debería constituir un símbolo natural de la belleza del ciclo femenino se ha transformado en un estigma que recuerda a la sociedad que la naturaleza de la mujer es incontrolable e irrefrenable. Y el uso de tampones, que anula mentalmente la evidencia de la menstruación, hace más difícil que la mujer lo acepte. 
Esto no quiere decir que la mujer no pueda utilizar tampones si así lo desea; simplemente plantea la sugerencia de que deje de usarlos durante algún tiempo, ya que de este modo experimentará las sensaciones de su proceso de sangrar, tendrá la oportunidad de aceptarlo y podrá trasladar esa nueva percepción a su vida cotidiana.


  Gray, M. Luna Roja: Emplea los dones creativos, sexuales y espirituales del ciclo menstrual. Gaia.

La fase folicular y lútea



El propio ciclo menstrual refleja el modo en que la conciencia se convierte en materia y el pensamiento crea la realidad. En el plano estrictamente físico, durante el período comprendido entre la menstruación y la ovulación (llamado <<fase folicular>>), se desarrolla y crece un óvulo, mientras en el interior de la pared del útero también comienzan a formarse colecciones circulares de células del sistema inmunitario llamadas <<agregados linfoides>>. En el plano más amplio de las ideas y la creatividad, esta primera mitad del ciclo es también una muy buena época para iniciar nuevos proyectos. Una investigadora amiga mía me dice que durante esta parte de su ciclo tiene la máxima energía para poner en práctica ideas para nuevos experimentos. La ovulación, que ocurre a mitad del ciclo, viene acompañada por un brusco aumento de la hormona foliculoestimulante (HF) y la hormona luteinizante (HL). El aumento del nivel de estrógeno que lo acompaña se ha relacionado con un aumento de la actividad del hemisferio derecho (capacidad visual y espacial, como la de dibujar un cubo o entender un mapa). Pero esto podría ser contrarrestado por la simultánea cima en la producción de testosterona, que aumenta la capacidad visual-espacial y también la libido. La ovulación representa la creatividad en su grado máximo; la base biológica de esto podría ser la oleada de HF y HL que la acompaña y el consiguiente aumento de la producción hormonal. Las semanas siguientes a la ovulación conducen a la menstruación; este es un periodo de evaluación y reflexión, en que se contempla lo que se ha creado y los aspectos negativos o difíciles de nuestra vida que necesitamos cambiar o modificar. Mi amiga investigadora observa que durante esta parte de su ciclo prefiere hacer tareas rutinarias que no requieran mucha participación de otras personas ni pensamiento expansivo por su parte.
Nuestro ciclo creativo biológico y psíquico va paralelo a las fases de la Luna; en estudios recientes se ha descubierto que el sistema inmunitario del tracto reproductor también es cíclico: llega a su punto máximo durante la ovulación y después mengua. Desde épocas muy antiguas, algunas culturas han llamado <<lunares>> a los períodos menstruales. Cuando las mujeres viven en ambientes naturales, su ovulación tiende a ocurrir durante la Luna llena, y la regla y el periodo de reflexión durante la fase oscura de la Luna. Hay datos científicos que sugieren que los ciclos biológicos, así como los ritmos de los sueños y las emociones, están regulados por la Luna y las mareas, y también por los planetas. Concretamente, la Luna y las mareas interaccionan con el campo electromagnético de  nuestro cuerpo, influyendo por consiguiente en nuestros procesos fisiológicos internos. La propia Luna tiene una fase en que está cubierta por la oscuridad, y después, a partir de la Luna nueva, lentamente se nos vuelve a hacer visible y va creciendo hasta llenarse. 
 
Las mujeres también pasamos por un periodo de oscuridad cada mes, periodo en que nuestra fuerza vital parece desaparecer (fases premenstrual y menstrual). No tenemos por qué tener miedo ni pensar que estamos enfermas si nos menguan la energía y el ánimo durante unos cuantos días cada mes. En muchas partes de India es perfectamente aceptable que las mujeres aminoren su ritmo de trabajo y descansen más durante la menstruación. He llegado a comprender que todo tipo de enfermedades relacionadas con el estrés disminuirían muchísimo si sencillamente siguiéramos la sabiduría de nuestro cuerpo una vez al mes. Demetra George escribe entonces, en la oscuridad de la Luna, cuando <<la vida se limpia, revitaliza y se transforma en su desarrollo evolutivo en espiral hacia la sintonía con su naturaleza esencial>>. Hay estudios que demuestran que muchas mujeres comienzan su periodo menstrual durante la fase oscura de la Luna (Luna nueva) y empiezan a sangrar entre las cuatro y las seis de la mañana, la parte más oscura del día. Muchas mujeres, entre ellas yo, hemos observado que el primero o los dos primeros días de la regla sentimos el deseo de ordenar la casa o el lugar de trabajo, hacer limpieza de los armarios y de nuestra vida. La limpieza biológica natural va acompañada de una limpieza psíquica.
 
Si no quedamos biológicamente embarazadas durante la ovulación, pasamos a la segunda mitad del ciclo, la fase lútea, es decir, la que va desde la ovulación hasta el comienzo de la menstruación. Durante esta fase, de modo natural nos retiramos de la actividad exterior y nos dedicamos más a la reflexión. Nos volvemos más hacia el interior, preparándonos para desarrollar o dar nacimiento a algo que procede de lo más profundo. La sociedad no se muestra tan entusiasta por esta fase como por la fase folicular. Así pues, juzgamos <<malas e improductivas>> la energía, las emociones y a introversión premenstruales.
Dado que por lo general nuestra cultura sólo valora lo que podamos entender racionalmente, muchas mujeres tienden a bloquear en toda ocasión el flujo de información <<lunar>> inconsciente que les llega antes de la menstruación o durante ella. La información lunar es reflexiva e intuitiva.Nos la transmiten los sueños, las emociones y los anhelos. Se nos presenta bajo la capa de la oscuridad. 

 Cuando bloqueamos rutinariamente la información que nos llega durante la segunda mitad del ciclo menstrual, ésta no tiene otra alternativa que volver como síndrome premenstrual o el llamado furor menopáusico, igual como nuestros otros sentimientos o síntomas corporales suelen causar enfermedades si no les hacemos caso.
 La fase lútea, desde la ovulación hasta el comienzo de la menstruación, es la fase en que las mujeres están más sintonizadas con su saber interior y con lo que no funciona en su vida. Se ha demostrado que los sueños son más frecuentes y más gráficos durante las fases premenstrual y menstrual del ciclo. Antes de la menstruación es más delgado el <<velo>> que separa los mundos visible e invisible, lo consciente de lo inconsciente; tenemos acceso a partes con frecuencia inconscientes del yo que nos son menos accesibles en otros momentos del mes. De hecho, se ha demostrado experimentalmente que antes de la menstruación se activa más el hemisferio cerebral derecho, es decir, la parte relacionada con el conocimiento intuitivo, mientras que disminuye la actividad del hemisferio izquierdo; curiosamente, también aumenta la comunicación entre ambos hemisferios. La fase premenstrual es, por lo tanto, un periodo en que tenemos más acceso a nuestra magia, a nuestra capacidad de reconocer y transformar los aspectos más difíciles y dolorosos de nuestra vida. Antes de la menstruación estamos más sintonizadas de modo natural con lo que tiene más sentido en nuestra vida; somos más propensas a llorar, pero las lágrimas siempre están relacionadas con algo que tiene sentido para nosotras. Diversos estudios de la doctora Katerina Dalton han documentado que las mujeres son más emotivas antes de la menstruación, tienden más a desahogar la rabia, son más propensas a los dolores de cabeza y al cansancio, y es posible incluso que experimenten una exacerbación de enfermedades ya existentes, como la artritis, por ejemplo. Mientras estemos desconectadas de nuestras partes ocultas vamos a sufrir antes de la menstruación. Años de experiencia personal y clínica me han enseñado que los problemas premenstruales dolorosos o desagradables son siempre reales y deben tratarse.
Es necesario creer en la importancia de los problemas que nos surgen antes de la menstruación. Aunque es posible que nuestro cuerpo y nuestra mente no expresen estos problemas e inquietudes del modo como lo harían durante la primera parte del ciclo (los llamados días buenos), nuestra sabiduría interior ciertamente nos pide que le prestemos atención. Una mujer me contó, por ejemplo, que siempre que está en la fase premenstrual se inquieta por la casa, el coche y las inversiones que están solamente en nombre de su marido. Cuando se lo dice, él le contesta: <<¿Y qué hay de malo en eso? ¿Acaso no confías en mí?>>. Yo a eso lo llamaría <<chequeo>> premenstrual de una realidad que necesita atención. Un hombre me explicaba que durante la fase folicular su esposa era fabulosa, estaba siempre alegre y animada, tenía la casa en orden y cocinaba; pero que después de la ovulación se <<dejaba estar>> y hablaba de volver a estudiar y salir más. Yo le dije que esos problemas que surgen antes de la menstruación deberían tomarse en serio, y le pedí que considerara que las necesidades de su mujer eran para su pleno desarrollo personal. Le señalé que ese comportamiento difícil antes de la menstruación era su manera de expresar sus necesidades. ¡Claro que ella también necesita aprender a expresar verbal y francamente sus necesidades!
Durante todo el ciclo menstrual hay una estrecha relación entre la psique de la mujer y el funcionamiento de sus ovarios. Antes de la ovulación estamos extrovertidas y animadas; durante la ovulación estamos muy receptivas hacia los demás, y después de la ovulación (antes de la menstruación) estamos más introvertidas y reflexivas. Un asombroso estudio realizado en los años treinta apoya mis observaciones. La doctora Therese Benedek, psicoanalista, estudió las historias psicoterapéuticas de un grupo de pacientes mientras su colega el doctor Boris Rubenstein estudiaba los ciclos hormonales ováricos de esas mismas mujeres. Fijándose en el contenido emocional de la mujer, la doctora Benedek era capaz de decir con increíble precisión en qué fase de su ciclo menstrual estaba. Los autores escribieron: <<Nos complace y sorprende descubrir una correspondencia exacta de las fechas de ovulación determinadas independientemente por los métodos>>, es decir, el material psicoanalítico contrastado con los hallazgos fisiológicos. Descubrieron que antes de la ovulación, cuando el nivel de estrógeno está en su cúspide, las emociones y el comportamiento de las mujeres estaban dirigidos hacia el mundo exterior. Durante la ovulación, sin embargo, se sentían más relajadas y contentas y estaban muy receptivas al cariño y la atención de los demás. Durante la fase postovulatoria y premenstrual, cuando es el nivel de progesterona el que está en la cúspide, las mujeres tendían más a centrarse en sí mismas y estaban más interesadas por actividades orientadas hacia el interior. Curiosamente, en las mujeres que tenían reglas pero no ovulaban, los autores encontraron ciclos similares de emociones y comportamiento, sólo que alrededor de la fecha en que la ovulación debía haberse producido, estas mujeres no sólo no presentaban la ovulación, sino que tampoco tenían las emociones que suelen acompañarla; es decir, no estaban relajadas, ni contentas, ni receptivas a la atención de otras personas.
Dada nuestra herencia cultural y las creencias acerca de la enfermedad en general y del ciclo menstrual en particular, no es difícil entender cómo las mujeres han llegado a equiparar su fase premenstrual con una enfermedad o maldición y no a considerarla un periodo para la reflexión y la renovación. De hecho, se ha demostrado experimentalmente que el lenguaje empleado por nuestra cultura para referirse al útero y a los ovarios afecta al ciclo menstrual de las mujeres; una mujer a la que, en estado hipnótico, se le dicen cosas positivas respecto a su ciclo menstrual, es mucho menos propensa a sufrir molestias relacionadas con la menstruación. Por otra parte, en un estudio se comprobó que las mujeres a las que se le hizo creer que tenían problemas premenstruales cuando en realidad no los tenían, decían que experimentaban más síntomas físicos adversos (retención de líquido, dolor e irritabilidad) que las mujeres de otro grupo a las que se le hizo creer que no tenían problemas premenstruales. Estos estudios son excelentes ejemplos de cómo los pensamientos y creencias tienen el poder de influir en las hormonas, la bioquímica y la experiencia subsiguiente.




 Northrup, Christiane. Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer: una guía para la salud física y emocional. Urano.