La mujer, su culto y su misterio
(…) nuestra
civilización no se salvará sino otorgando un lugar eminente a los valores de la
femineidad. Sin embargo, es deseable que la mujer como tal intervenga más directamente
en la gestión concreta de la sociedad.
Pero para
poder reestructurar la vida y la sociedad en torno a valores femeninos, el
hombre, el macho, deberá descubrir –o redescubrir- las dimensiones femeninas,
ocultas, de su ser. Tarea difícil en
nuestra sociedad, en la que la educación cultiva sistemáticamente los valores
masculinos no sólo en el hombre sino también en la mujer. Tomar conciencia de
los valores femeninos, aceptarlos, desarrollarlos, y luego centrar su vida en torno
a ellos, eso es el culto de la femineidad.
De ahí la
pregunta: ¿cuál es, biológicamente, el sexo dominante, dando por supuesto que “dominante”
no es sinónimo de “superior”? Otra pregunta, ésta descabellada: ¿qué es
exactamente el sexo?
Ingenuamente
se lo identifica con los órganos genitales, se lo limita a ellos; la palabra “cache-sexe” (taparrabo) es sintomática.
Pero lejos de limitarse al contenido del calzoncillo, el sexo marca cada célula
y cada {órgano e incluso nuestra sangre: en los juegos olímpicos el test
hematológico prueba sin discusión el sexo de los atletas. Desde antes del
nacimiento, el cerebro está programado para que nos comportemos de acuerdo con
nuestro sexo y, salvo error de orientación, se tiene un cerebro masculino o
femenino y una mente correspondiente. De modo que “mi” sexo incluye todos los
aspectos distintivos masculinos (o femeninos) tanto físicos como psíquicos.
El lenguaje
familiar distingue entre el sexo bello y
el sexo fuerte, “por tanto”
dominante. En el sistema patriarcal, gracias a sus bíceps, el varón se impone
hasta el punto que designa a toda la especie: “el hombre”, “homo sapiens”, los “Derechos del hombre”,
etc. ¡Pero biológicamente, científicamente, el sexo dominante no es el varón sino la mujer!
Investigaciones
recientes llevadas a cabo en los Estados Unidos desde 1950, especialmente en la
Kansas University por Charles Phoenix, Robert Goy y William Young, demuestran
que la estructura fundamental orgánica y cerebral de los mamíferos era en
primer lugar femenina, y solamente después masculina. Tom Alexander concluye a
partir de ahí que habría que invertir el mito adámico: científicamente Adán es
una Eva modificada. Desde los primeros estadios de desarrollo del feto, el
cerebro dispone del “plano” y de los circuitos neurológicos latentes que harán
que el comportamiento sea masculino o femenino. Sin embargo, abandonado a sí
mismo, es decir, sin ningún impulso hormonal especial, ¡el feto evolucionará siempre hacia la forma femenina! En el
inicio del desarrollo embrionario, las gónadas masculinas y femeninas son muy
semejantes. Es la inyección de una cantidad mínima de hormona andrógena –todavía se ignora qué la produce- lo que
desencadena una reacción en cadena que lleva a la formación de un varón. Esto
incluye la activación, en el cerebro del embrión, de los circuitos neurológicos
que rigen el comportamiento masculino. Sólo más tarde, cuando estén bien
diferenciadas, las gónadas producirán las hormonas específicamente masculinas.
Sin embargo
–punto capital para el tantra- los circuitos femeninos no están totalmente
desconectados. Durante toda la vida del varón normal, influirán sobre su
comportamiento, lo que “pega” bien con la tesis del tantra según la cual la
mujer es el ser humano primordial, y el hombre debe ser consciente de sus
propios aspectos femeninos.
El tamaño y
la fuerza bruta no demuestran una superioridad sino que permiten, en las
civilizaciones patriarcales, imponer, con frecuencia duramente, la ley del
varón. En la naturaleza, la hembra es sobre todo madre, y el hombre debe
defenderla físicamente, así como a los pequeños, contra los animales salvajes y
los eventuales enemigos humanos. Si la mujer fuera muscularmente más fuerte,
tendría, además de cuidar a su progenie, que cuidar… ¡a los varones!
Incluso la
potencia genética del hombre indica que puede ser sacrificado. Teóricamente, a
menos que alumbre repetidamente gemelos, una mujer puede engendrar como máximo
unos veinte hijos, lo cual no está tan mal, mientras que el hombre podría
teóricamente fecundar doscientas o trescientas mujeres al año. Si se
exterminaran todos los varones, salvo algunos supervivientes, en pocos años la
tribu podría reconstituirse…
Desarrollar los aspectos femeninos en el hombre
no implica desvirilizarlo, sino que, muy al contrario, desemboca en una visión nueva –a menos que
sea el retorno a una visión arcaica fundamental- tanto en la mujer como en el
hombre.
En la
sociedad patriarcal la mujer debe estar sometida al hombre y su sexualidad
reprimida, pues si ella pudiera afirmarse, cuestionaría el orden masculino. El
tantrismo de la Vía de la Izquierda, otorgando la prioridad a los aspectos
femeninos del ser humano, se opone al orden patriarcal ario en la India, y eso
explica por qué siempre fue perseguido.
El sistema
patriarcal fue traído por los nómadas que, en su trashumancia, se convierten en
invasores, enemigos para los ocupantes de los territorios atravesados. El
guerrero y los valores masculinos que representa son entonces un elemento
esencial para la supervivencia de la tribu, pero esos valores masculinos son
también del intelecto. En nuestro mundo moderno se expresan mediante la
exploración y la conquista del mundo, mediante la ciencia, la tecnología, la
organización, la industria, etc., en resumen actividades del tipo diurno,
solar. Eichmann opone los valores femeninos a los masculinos diciendo que “la
mujer está guiada por la emoción, no por el intelecto”, pero como no es
filósofo, hay que interpretar su noción de emoción, así como también la de
intelecto.
El
intelecto es el entendimiento, el razonamiento discursivo, la lógica fría. No
se debe confundir con la inteligencia, más intuitiva que discursiva, que
comporta elementos irracionales, afectivos, del tipo femenino. Todo intelectual
no es de facto inteligente, y
viceversa. “Emoción” debe entenderse entonces en el sentido amplio de
afectividad más que de emoción no razonada, incontrolada.
Van Lysebeth, André. Tantra el culto de lo femenino. Urano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario