jueves, 18 de octubre de 2012

Las hembras bonobo

Las mujeres podrían aprender de las hembras bonobo. Cuenta Natalie Angier:
Entre las masas de cuadrúmanos que hacen exhibición de fuerza golpeándose rítmicamente el pecho, hay una criatura que destaca como ejemplo de afabilidad, sensibilidad y, en fin, humanidad: un pequeño mono llamado bonobo, o, con menor precisión, chimpancé pigmeo. Ahora bien, para poder apreciar plenamente a los bonobos, hay dos prejuicios humanos que deben superarse: la hembra bonobo es el sexo dominante, aunque su dominación es tan leve y atenta que muchos investigadores ven en la sociedad bonobo una "co-dominación", o igualdad entre los sexos. [...] El segundo obstáculo a salvar es el remilgo humano hacia lo que en los años ochenta se llamó DPA, o "demostraciones públicas de afecto".
Los defensores de que la dominación masculina forma parte del orden natural toman el comportamiento de los chimpancés como evidencia. Estos, por su constitución genética, parientes cercanos del ser humano son agresivos, inclinados a la violencia, y centrados en la jerarquía, la caza, la lucha y la dominación del macho. El doctor Frans De Waal, experto en primates, indica que los bonobos contradicen la idea de que no podemos comportarnos sino como nuestros antecesores primates, los chimpancés.
Los bonobos son igual de cercanos genéticamente a nosotros (ambas especies presentan en común con el ser humano al menos el 98% de su ADN), y sin embargo se comportan de forma muy distinta. Los bonobos prefieren hacer el amor que la guerra. Utilizan el sexo para apaciguar los ánimos, para estrechar vínculos, para reconciliarse tras una pelea y para aliviar tensiones. El sexo es desenfadado y rápido, una interacción social cotidiana. Todo bonobo es sexualmente libre de hacer lo que le plazca con quien le plazca y cuando le plazca.
De Waal habla de cómo las hembras bonobo se agrupan en "hermandades estructuradas", lo cual las coloca en una posición ventajosa sobre los machos, ya que se defienden unas a otras. Si un macho se comporta de forma agresiva con una hembra, las demás hembras acudirán en su ayuda. De Waal especula que cabe la posibilidad de que las alianzas entre ellas surgieran a fin de evitar el infanticidio por parte de los machos, que es común entre los chimpancés y otras especies, pero algo nunca visto entre los bonobos. Las hembras establecen fuertes alianzas con otras hembras con las que no mantienen ningún parentesco. Las bonobos adolescentes se dispersan lo cual impide el incesto; de hecho, dejan el hogar, se trasladan a una nueva comunidad, hacen nuevos amigos y amigas, y pasan a formar parte de una hermandad.
Estando juntas, las hembras bonobo aseguran su propia seguridad y la de sus crías. Aunque la hembra es más pequeña y físicamente menos fuerte que el macho adulto, no tiene nada que temer, pues las demás hembras la socorrerán si un macho trata de dominarla o arrebatarle a su cría. En la sociedad bonobo, los machos no están obsesionados con cuestiones jerárquicas, y la violencia cotidiana, si es que llega a haberla, es mínima; no hay guerras, no hay luchas motivadas por asuntos sexuales o de posesión de las hembras, ni hay violaciones.

Antídoto: los círculos de apoyo de las mujeres. Aprendiendo de las bonobos una lección de hermandad, las mujeres que se reúnen en un círculo de apoyo pueden encontrar la manera de ayudarse unas a otras en todo momento. Los teléfonos móviles facilitan la comunicación: es posible conseguir que una situación de distienda antes de que crezca desmedidamente si un grupo de amigas se presenta allí de improviso; o es posible ofrecer a una mujer un lugar donde quedarse si se siente en la necesidad de contar con un puerto seguro. Dentro de un círculo, las mujeres comparten información sobre los pasos que se han de tomar, sobre los recursos disponibles, y sobre lo que en la práctica a ellas les ha servido de ayuda.
Antídoto: la protección del grupo. En un poblado de Uganda, una mujer era asiduamente víctima de las terribles palizas de su marido. Al igual que muchas mujeres maltratadas, cada vez que sus compañeras expresaban su preocupación declaraba ser merecedora de los golpes; sólo cuando ellas le hicieron ver que, si su marido la mataba, sus hijos se quedarían sin madre, accedió a dejarse ayudar. La solución fue un silbato de plástico. La siguiente vez que su esposo empezó a golpearla, ella silbó, y las mujeres de las chozas circundantes, al oír el silbido, acudieron de inmediato a la choza. Cada una de ellas fue pidiendo al marido: "Pégame a mí, pégame a mí". Al verse desafiado de esta manera, el hombre no golpeó a ninguna. Pronto todas las mujeres del poblado llevaban uno de aquellos pequeños silbatos de cinco céntimos, y ninguna de ellas volvió a ser golpeada. Esta idea del silbato fue pasando de un pueblo a otro, lo cual acabó con el maltrato a las esposas, y afianzó interiormente a las mujeres. El movimiento de los silbatos de cinco céntimos acabó dando lugar a una legislación que declaraba ilegales en Uganda los malos tratos dentro del matrimonio.



Bolen, Jean Shinoda. Mensaje urgente a las mujeres. Kairós.



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