El 11 de diciembre de 2012, se absuelven a los 13 imputados en la causa Marita Verón. El 12 de diciembre participé de la marcha en repudio. Un año ha transitado y la fuerza de Micaela Verón, hija de Marita, no deja de impulsarme en la tarea del hacer.
por Flora Mitocondria
@FloraMito
@FloraMito
El martes 11 de diciembre de 2012, el tribunal
tucumano integrado por Alberto
Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano; absolvió a los
13 imputados por la desaparición de María de los Ángeles Verón: Marita, que
había salido de su casa 10 años antes y a la que nunca volvió.
El miércoles 12 de diciembre de 2012, participé por
primera vez de una marcha. La marcha que se organizó, como en tantos otros
lugares, en repudio a este vergonzoso fallo. En La Plata, nos concentramos en
el centro de la ciudad y marchamos simbólicamente para reclamar la destitución
de estos jueces corruptos, el castigo a los responsables de que Marita falte en
su casa, exigiendo por su aparición inmediata y por la investigación y
desmantelamiento de las redes de trata.
Más allá de las distintas banderas presentes, nos
concentramos como un todo, unidas y unidos con los mismos propósitos.
Particularmente, podía sentir en el ambiente esa unidad, esa hermandad ante un
hecho imposible de ignorar y del que sentía necesario participar. En el aire
flotaban sentimientos encontrados: la bronca y la impotencia ante la injusticia
se mezclaban con el entusiasmo de participar, decir presente más allá de esta
convocatoria en particular. De empezar a estar a partir de esto y de todos los
hechos y situaciones que se conectan, de ahí hacia adelante.
Mientras caminaba junto a las mujeres y hombres,
niñas y niños participantes, contemplando la marcha, las pintadas y los
cánticos; pensaba en lo que toda esta manifestación significa, tanto en la que
participé como en las que se replicaban en ese mismo momento en otros puntos
del país. Pero también me era inevitable pensar en que aquello no era
suficiente. Me preguntaba qué más se podía hacer, qué comprendía la lucha de
Susana Trimarco por recuperar a su hija y en el camino a tantas otras víctimas
de la mafia de la prostitución y sobre todo cómo lo hacía. ¿Cómo eran capaces
de continuar luchando a contracorriente? ¿Cómo consiguen la fortaleza
espiritual, física y mental para seguir?
A partir de ahí me fue imposible dejar de pensar en
Micaela. Me intrigaba muchísimo su entender y sentir ante un giro en su vida
que no eligió y que sucedió tan temprano en su existencia.
Micaela Verón, vió por última vez a Marita, su mamá;
a la edad de 4 años. Hoy tiene 14. Durante estos, Micaela se encontró inmersa
en el camino de su búsqueda casi sin
darse cuenta. De la mano de Susana, su abuela, fue tomando parte en la lucha
por encontrarla y en el camino, desenmascarar a cualquier cómplice que tenga
lugar en el mundo del tráfico de personas.
Por supuesto que nadie debería tener que pasar por
la falta de un ser querido, pero el cómo tanto Micaela como Susana lidian con
esa falta, vuelven a su causa una lucha común a toda la sociedad. Enfrentarse a
diario con semejante violencia y corrupción, requiere una fortaleza y
convicción inconmensurables, al mismo tiempo que impulsa a otros, a
involucrarse en una cuestión que necesariamente se vuelve de importancia global.
Otros y otras, como yo que no puedo evitar sentirme conmovida e inspirada por
tanta lucha, por tanta fuerza. Me es necesario escribir esto como un
pequeñísimo homenaje y agradecimiento, a la figura de una joven que inspira con
cada testimonio que brinda, cada información que da y cada acto que lleva a
cabo. Todo en pos de enfrentar la mafia de la explotación sexual y de mantener
presente en la conciencia de la sociedad, que la trata es un asunto que
concierne a la sociedad en su conjunto; y que la misma sociedad debe tomar
parte en las exigencias, hacia un Estado que debe responder ante semejante
violación a los derechos humanos.
Personalmente, la tarea que emprendemos junto a Luna
Roja es algo que me satisface enormemente y me impulsa a hacer más, siempre
hacia adelante y buscando cada vez más y mejores resultados. Sin embargo,
existen ciertos días o ciertas circunstancias en las que una pregunta golpea en
mi cabeza: ¿Se producirá un cambio real con lo que hago?
Esos momentos de duda nunca son gratos, ni tampoco
las situaciones en las que surgen. En ciertas oportunidades, el dilema de para
qué hago lo que hago, se impone fuertemente y la inseguridad es aplastante.
Esas preguntas producen inmovilidad total. Sería muy gratificante conocer la
visión de Micaela sobre estas cuestiones. No puedo afirmar que a ella se le
presenten siquiera, entiendo la diferencia entre su lucha y mi tarea; aunque
tengamos muchos puntos en común. Me intriga conocer los procesos psíquicos y
emocionales que Micaela ha transitado y tal vez transita, en aquellos momentos
de duda; y que considero naturales, al encontrarse llevando a cabo un proyecto
que demanda gran parte de su joven vida.
Por mi parte, confío en que aquellos momentos de
duda o pequeñas crisis, siendo conflictivos como son, al mismo tiempo pueden
ser necesarios. Obligan a volver a buscar el foco, la esencia del entusiasmo
que nos empezó a conducir en este camino para construir. No sé si Micaela
estará de acuerdo conmigo en esto, pero yo puedo decir que en medio de esos
cuestionamientos siempre irrumpe ella en mi pensamiento. Entre las desilusiones
y las impotencias que enfrento a diario (tanto yo como muchas personas, mujeres
y hombres), y las dudas al respecto del hacer y del efecto que tendrá o no ese
hacer; intento siempre pensar en esos hechos que fueron un hito para mí y que
fueron parte del motor que fue construyéndose y construyéndome para comenzar y
para no dejar de andar el camino elegido. Uno de esos hitos fue la marcha en
apoyo a Susana y a Micaela. Y una persona importante e influyente fue y es
Micaela. Con cada declaración, cada proyecto que inicia dentro del gran
proyecto que es la Fundación o con cada aparición para difundir y dar a conocer
el estado de la causa de Marita o los eventos que pongan en primer plano la
problemática de la trata; Micaela produce un efecto en mi. Es el impulso que a
veces se necesita para no aflojar o que lo refuerza, la confianza en que una
joven que ya siendo una generación posterior a la mía, tiene un compromiso
innegable e imposible de quebrantar. Eso me emociona, me desborda de entusiasmo
y me ayuda a confiar.
Siempre tengo presente aquella marcha de repudio y la voz dulce y firme
de Micaela junto a su postura entera y adulta. Me resulta imposible ignorar esa
imagen y no pensarla desde la ilusión y la confianza de que la construcción del
mundo hacia un futuro mejor, está en excelentes manos.
Enlaces recomendados:
Fundación María de los Ángeles. Por la lucha contra la trata de personas: http://fundacionmariadelosangeles.org/
El caso Marita Verón: http://casoveron.org.ar/
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