jueves, 12 de diciembre de 2013

Las toallitas y yo: Volver a lo natural, un medio y un destino a la vez.

Cuando un cambio que parece pequeño, despierta muchas consciencias en simultáneo, contagiándose de otras y contagiando a muchas más.

por Flora Mitocondria
@FlorMito

Para recorrer el camino que nos acerca a una visión consciente de nuestra menstruación, existen –no azarosamente– numerosas alternativas.
El primer paso, importantísimo en mi recorrido, fue el hacerme cargo de mis cambios hormonales, ‘cortándole’ ese poder que antes supo estar en manos de los laboratorios. El cambio fue explosivo, en muchos de los sentidos posibles. Incluso los momentos más duros, de dolor físico y emocional, fueron productivos y positivos: mi cuerpo se estaba limpiando y sanando a sí mismo. Yo me estaba responsabilizando y concientizando en su limpieza y sanación. También empezaba a deducir que esa tarea estaba recién comenzando. Lejos de abrumarme, eso me entusiasmaba.
No pasó demasiado tiempo hasta que conocí las toallitas de tela, aunque el concepto no era tan extraño para mí. Habiendo sido un bebé en plena hiperinflación, en una época en la que todavía no llegaban a su auge los descartables; debo haber sido de las últimas generaciones de miles de bebés usuarios de combo tela-bombacha de goma. Aquel recuerdo volvía aún más natural y lógico el cambio en que estaba deviniendo.

Investigando las opciones accesibles en el punto del mundo donde estoy, una bocanada de información fresca me recibió. Después de varias semanas de averiguaciones, con mucha ilusión –tanta que mi menstruación se demoró un poco, como esperándolas- y en forma de autoregalo, me acerqué a una dietética de la ciudad y conseguí mis primeras toallas. La primera impresión fue más que grata y renovadora. Más allá de ser un producto, la dedicación y compromiso puesto en las toallas se veía a las claras. También el tono más amigable y de contención se transmitían, a diferencia de los packs descartables que asocian lo natural con lo “indeseado”, dándo una razón a la artificialidad de su producción, al mismo tiempo que se esconden los efectos adversos que estos tienen en el cuerpo de las usuarias. Acá me hablaban de un reencuentro con la naturaleza, con el hecho de la menstruación como un proceso que siendo natural, no tenía por qué conflictuar al entorno, contaminándolo y contaminando nuestros cuerpos. Estaba emprendiendo un camino y entendiendo el proceso desde una persperctiva más positiva y conciliadora, y que con el tiempo, también eliminaría los rasgos negativos que han sido asociados y que ayudan a la estigmatización y al posicionamiento de la sangre menstruante dentro de la columna de los “tabúes”.
No pretendo hacer propaganda del producto diciendo esto, sino poner atención y dar cuenta del cambio que significan. Es imposible mantener una postura de menstruación consciente sabiendo que cada mujer arroja a la Pachamama 12.000 toallitas descartables, en todo su ciclo fértil que tardarán 400 años en degradarse. Con las toallas de tela, el cambio de panorama es inmediato y se percibe inmediatamente. La secuencia cargada de pudor, vergüenza y en algunos casos, asco hacia la propia sangre; en el momento del cambio y desecho; se transforma en otra cosa:
Se produce un reencuentro con el ciclo y con todo lo que acontece interior y exteriomente en torno a él. La tarea del lavado, del previo remojo para después convidar a las plantas y devolver así, algo de lo que nos dan todo el tiempo; la búsqueda de consejos en pares para los cuidados que exigen las telas, en fin. Se establece un vínculo con las toallas, entendiéndolas como una representación palpable del cambio global que decidí hacer. Ya no se trata de arrojar basura sin mirar atrás, sino de tener en cada ciclo una nueva oportunidad para repasar el modo en que se vive cotidianamente y cómo se puede vivir mejor, compartiendo, devolviendo y considerando a nuestro entorno como lo que es, parte y sustento fundamental de la vida.

Entre las muchas reflexiones producto de este cambio en mi vida, también surgieron cuestionamientos en cuanto a la llegada efectiva que esta alternativa tenía: ¿Por qué no aparecen en televisión publicidades de las toallas o protectores de tela, como una opción al monopolio del descartable?
Aunque la pregunta sea un tanto retórica, tampoco es que se trate de cambiar una industria por otra, ya que los procesos de producción no tienen punto de comparación entre sí. Simplemente, que se visibilice con información fehaciente, una alternativa diferente, para que efectivamente tengamos la posibilidad de elegir entre distintas opciones, no sólo entre “distintas” marcas comerciales.
Investigando aún más, encontré mucha información libre y a disposición de todas. Las mismas personas que producen las toallas de tela, comparten los patrones de confección. Esto es una perspectiva totalmente diferente. Ya no estamos atadas a un producto en particular. Podemos tomar el compromiso y la gratificante tarea de poner manos a la obra y crear nuestras propias herramientas para que respondan como cada una quiera, a cada necesidad y preferencia.
Esta filosofía de compartir los saberes y las “armas” puede ser un punto de partida muy fuerte en el camino de recobrar la unión y el compañerismo entre las mujeres. La idea de unirse en grupos, de pasar la palabra, de elegir colores alegres y tomar la tela entre las manos para comenzar a darle forma, entre todas y con un mismo objetivo. La conformación de un sencillo taller de confección, además puede ser la base sobre la que empiecen a surgir aquellas otras cuestiones que nos atañen como mujeres y como personas en el mundo, la sororidad se hará presente y reforzará cada vez más a esos grupos y a cada mujer individualmente. El compartir ideas y acciones concretas en un espacio común son fundamentales para extender el cambio más allá de nuestras realidades. Partiendo desde ahí, las posibilidades se amplían inimaginablemente.
Comprender y responsabilizarse en una nueva tarea que amplía los modos de vida que cada una lleva o intenta llevar adelante, creyendo en que conforman tratos más saludables y no violentos con la naturaleza y con una misma, que es parte de ese mundo natural.

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