Cuando un
cambio que parece pequeño, despierta muchas consciencias en simultáneo,
contagiándose de otras y contagiando a muchas más.
por Flora Mitocondria
@FlorMito
Para recorrer el camino que nos acerca a una
visión consciente de nuestra menstruación, existen –no azarosamente– numerosas
alternativas.
El primer paso, importantísimo en mi
recorrido, fue el hacerme cargo de mis cambios hormonales, ‘cortándole’ ese
poder que antes supo estar en manos de los laboratorios. El cambio fue
explosivo, en muchos de los sentidos posibles. Incluso los momentos más duros,
de dolor físico y emocional, fueron productivos y positivos: mi cuerpo se
estaba limpiando y sanando a sí mismo. Yo me estaba responsabilizando y
concientizando en su limpieza y sanación. También empezaba a deducir que esa
tarea estaba recién comenzando. Lejos de abrumarme, eso me entusiasmaba.
No pasó demasiado tiempo hasta que conocí las
toallitas de tela, aunque el concepto no era tan extraño para mí. Habiendo sido
un bebé en plena hiperinflación, en una época en la que todavía no llegaban a
su auge los descartables; debo haber sido de las últimas generaciones de miles
de bebés usuarios de combo tela-bombacha de goma. Aquel recuerdo volvía aún más
natural y lógico el cambio en que estaba deviniendo.
Investigando las opciones accesibles en el
punto del mundo donde estoy, una bocanada de información fresca me recibió.
Después de varias semanas de averiguaciones, con mucha ilusión –tanta que mi menstruación
se demoró un poco, como esperándolas- y en forma de autoregalo, me acerqué a
una dietética de la ciudad y conseguí mis primeras toallas. La primera
impresión fue más que grata y renovadora. Más allá de ser un producto, la
dedicación y compromiso puesto en las toallas se veía a las claras. También el
tono más amigable y de contención se transmitían, a diferencia de los packs
descartables que asocian lo natural con lo “indeseado”, dándo una razón a la
artificialidad de su producción, al mismo tiempo que se esconden los efectos
adversos que estos tienen en el cuerpo de las usuarias. Acá me hablaban de un
reencuentro con la naturaleza, con el hecho de la menstruación como un proceso
que siendo natural, no tenía por qué conflictuar al entorno, contaminándolo y
contaminando nuestros cuerpos. Estaba emprendiendo un camino y entendiendo el
proceso desde una persperctiva más positiva y conciliadora, y que con el
tiempo, también eliminaría los rasgos negativos que han sido asociados y que
ayudan a la estigmatización y al posicionamiento de la sangre menstruante
dentro de la columna de los “tabúes”.
No pretendo hacer propaganda del producto
diciendo esto, sino poner atención y dar cuenta del cambio que significan. Es
imposible mantener una postura de menstruación consciente sabiendo que cada
mujer arroja a la Pachamama 12.000 toallitas descartables, en todo su ciclo
fértil que tardarán 400 años en degradarse. Con las toallas de tela, el cambio
de panorama es inmediato y se percibe inmediatamente. La secuencia cargada de
pudor, vergüenza y en algunos casos, asco hacia la propia sangre; en el momento
del cambio y desecho; se transforma en otra cosa:
Se produce un reencuentro con el ciclo y con
todo lo que acontece interior y exteriomente en torno a él. La tarea del
lavado, del previo remojo para después convidar a las plantas y devolver así,
algo de lo que nos dan todo el tiempo; la búsqueda de consejos en pares para
los cuidados que exigen las telas, en fin. Se establece un vínculo con las
toallas, entendiéndolas como una representación palpable del cambio global que
decidí hacer. Ya no se trata de arrojar basura sin mirar atrás, sino de tener
en cada ciclo una nueva oportunidad para repasar el modo en que se vive
cotidianamente y cómo se puede vivir mejor, compartiendo, devolviendo y
considerando a nuestro entorno como lo que es, parte y sustento fundamental de
la vida.
Entre las muchas reflexiones producto de este
cambio en mi vida, también surgieron cuestionamientos en cuanto a la llegada
efectiva que esta alternativa tenía: ¿Por qué no aparecen en televisión
publicidades de las toallas o protectores de tela, como una opción al monopolio
del descartable?
Aunque la pregunta sea un tanto retórica,
tampoco es que se trate de cambiar una industria por otra, ya que los procesos
de producción no tienen punto de comparación entre sí. Simplemente, que se
visibilice con información fehaciente, una alternativa diferente, para que
efectivamente tengamos la posibilidad de elegir entre distintas opciones, no
sólo entre “distintas” marcas comerciales.
Investigando aún más, encontré mucha
información libre y a disposición de todas. Las mismas personas que producen
las toallas de tela, comparten los patrones de confección. Esto es una
perspectiva totalmente diferente. Ya no estamos atadas a un producto en
particular. Podemos tomar el compromiso y la gratificante tarea de poner manos
a la obra y crear nuestras propias herramientas para que respondan como cada
una quiera, a cada necesidad y preferencia.
Esta filosofía de compartir los saberes y las
“armas” puede ser un punto de partida muy fuerte en el camino de recobrar la
unión y el compañerismo entre las mujeres. La idea de unirse en grupos, de
pasar la palabra, de elegir colores alegres y tomar la tela entre las manos
para comenzar a darle forma, entre todas y con un mismo objetivo. La
conformación de un sencillo taller de confección, además puede ser la base
sobre la que empiecen a surgir aquellas otras cuestiones que nos atañen como
mujeres y como personas en el mundo, la sororidad se hará presente y reforzará
cada vez más a esos grupos y a cada mujer individualmente. El compartir ideas y
acciones concretas en un espacio común son fundamentales para extender el
cambio más allá de nuestras realidades. Partiendo desde ahí, las posibilidades
se amplían inimaginablemente.
Comprender y responsabilizarse en una nueva
tarea que amplía los modos de vida que cada una lleva o intenta llevar
adelante, creyendo en que conforman tratos más saludables y no violentos con la
naturaleza y con una misma, que es parte de ese mundo natural.
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