Éste es un
libro inusitadamente breve para lo que propone, que es ni más ni menos que
cambiar el mundo y ayudar a que la humanidad entre en una era post-patriarcal.
Está dirigido a las mujeres, pues, si ese cambio puede llevarse a cabo, habrán
de ser ellas las artífices; aunque, por supuesto, estaré encantada de compartir
estas páginas con aquellos hombres interesados en leerlas.
Escribí El millonésimo círculo para inspirar a
las mujeres a crear círculos con un centro espiritual, y para ofrecer a quienes
actualmente forman parte de ellos una perspectiva de lo que su aportación
significa dentro de un contexto más amplio. Trato de contribuir así a acelerar
este proceso y un movimiento que ya está en marcha y que se basa en una
hipótesis sencilla, cuyo mecanismo, objeto de análisis y observación, es
posible aprehender de forma intuitiva e inmediata: cuando un número importante
de personas cambia su modo de pensar y de comportarse, la cultura lo hace
también, y una nueva era comienza.
En cuanto
se comprenden los principios básicos de los círculos de mujeres, es posible
darse cuenta de su significación como movimiento revolucionario-evolucionista
que a simple vista es difícil de captar. En apariencia se tratan de meros
grupos de mujeres que se reúnen y conversan; sin embargo, la aportación de cada
mujer y de cada grupo tiene una dimensión mucho más trascendente.
La idea de El millonésimo círculo irrumpió en mí
inesperadamente mientras trabajaba en otro de mis libros. Estaba inmersa en el
manuscrito de Las diosas de la mujer
madura, que trata sobre los arquetipos de mujer a partir de los cincuenta,
cuando a raíz de uno de esos arquetipos –que no es en absoluto el de una diosa,
sino el arquetipo del círculo- escribí de pronto a doble espacio cuatro páginas
de reflexiones que resultaron ser una declaración visionaria completa. Sentí
que el propósito intrínseco de aquellas páginas no era el de formar parte, junto
a muchas otras, de un grueso volumen, sino el de salir al mundo a solas, como
una idea cuyo momento ha llegado; y muy pronto sucedió algo que ratificó esa
percepción. Isabel Allende me había pedido algunas ideas para elaborar el
discurso de apertura de un congreso, y le envié por fax esas cuatro páginas.
Cuando en un momento dado las citó, las dos mil personas de la audiencia
interrumpieron súbitamente la charla con sus aplausos.
Surgieron
luego los restantes capítulos, del 3 al 9, que constituyen la parte de este
libro dedicada a “Cómo llevarlo a cabo”. Durante años, mientras animaba a las
mujeres a que formaran círculos, veía la necesidad de contar con un manual de
instrucciones, y eso es lo que “El zen y el arte del mantener el círculo” trata
de ser. Son capítulos con apariencia de poesía, y contienen un número de
palabras reducido si se considera la ambiciosa empresa a la que sirven. La
forma sobrevino cuando sin querer descubrí el efecto de pulsar en el ordenador
la tecla “centrar” en vez de atenerme a los márgenes habituales. El resultado
fue un “Cómo llevarlo a cabo” escrito con las imágenes y palabras que afluían
del lado derecho de mi cerebro…, palabras, más que pretenciosas, poéticas y
que, como luego advertí, hablaban el mismo lenguaje que habla esa parte de la
psique del lector a la que me quería dirigir.
La
perspectiva y las percepciones que reflejan esos capítulos son fruto directo de
mi experiencia como miembro de diversos círculos de mujeres, que se remonta a
1985, y de dos de ellos en particular, que han sido inapreciables fuentes de
aprendizaje: el círculo que, tras resquebrajarse dentro de él la confianza, fue
abruptamente disuelto me enseñó mucho, quizá tanto como el círculo de oración y
meditación que ha seguido en pie y en el que he participado durante los últimos
catorce años. La segunda fuente de experiencia relativa a los círculos han sido
los talleres de sabiduría de la mujer en los que he actuado como coordinadora,
cuyo elemento central era siempre el encuentro de las mujeres en un gran
círculo, aunque cada mujer formara parte, además, de un pequeño grupo sin
líder. Por último, y contrastando con las anteriores, ha contribuido mi
experiencia como miembro de juntas y comités, ya que me ha permitido ver la
diferencia entre una y otra forma de relación, casi mutuamente excluyentes: una
que sustenta la psique, la confianza, la autenticidad, y otra que aboga por la
productividad, la utilización efectiva del poder y la imagen.
Durante los
años que he participado, bien como miembro, bien como coordinadora, en los
círculos de mujeres, he reflexionado sobre éstos y su funcionamiento interno.
La psicoanalista junguiana que hay en mí veía tanto la profundidad y el
crecimiento psicológico como los problemas que surgían dentro de los círculos,
y cuál era el elemento que los hacía dignos de confianza; y la parte de mí
capaz de intuir el nexo que existe entre la belleza y la verdad se daba cuenta
de que los rituales y las ceremonias tenían un efecto sobre la imaginación y
era, por tanto, medios que propiciaban la creatividad y la espiritualidad.
Aquellas de
vosotras que hayáis participado en grupos de mujeres, ya sean de concienciación
o de apoyo, tal vez sintáis que El
millonésimo círculo os conmueve al evocar en vuestros corazones el recuerdo
de ese grupo y sus circunstancias. Creo que los capítulos correspondientes a “Cómo
llevarlo a cabo” serán también un recordatorio de lo que aprendisteis entonces:
como fruto de esa experiencia, tenéis
una sabiduría que aportar a cualquier nuevo círculo.
He centrado
mi atención en el significado de los círculos de mujeres y en su formación y
mantenimiento, porque la mujer, como género, posee un talento natural para
ellos. El círculo es una forma arquetípica que resulta familiar a la psique de
la mayoría de las mujeres, pues es personal e igualitario; y cuando las mujeres
lo trasladan al lugar de trabajo o a la comunidad -a menudo con ciertas
modificaciones, a fin de que los hombres lo acepten y no se sientan intimidados
por él- las tareas que requieren colaboración experimentan una mejora, y surge
un acercamiento emocional y una relación mucho menos jerarquizada entre las
personas que trabajaban juntas.
Aquellas
mujeres a las que una experiencia previa en uno de estos grupos les haya dejada
un regusto amargo, quizá necesiten volver a esa experiencia, tomando como guía
las perspectivas que aparecen en este libro, antes de aventurarse en un nuevo
círculo de mujeres. Puede que los capítulos titulados “El círculo debe ser un
lugar seguro” y “Un círculo en apuros” resulten especialmente útiles; son
capítulos que ofrecen, asimismo, algunos principios de carácter indicativo para
crear círculos sanos.
Confío en
que leerás los capítulos comprendidos entre el 3 y el 9 y que tienen apariencia
de poemas como si realmente lo fuesen, y que dejarás que las palabras calen en
tu mente, pues despertarán entonces tu propia intuición y tus percepciones, lo
cual expandirá su significado. La poesía se sirve de la metáfora y de la
analogía –que toma del nivel simbólico de la psique- y es el lenguaje del alma;
sus imágenes contienen, además, información condensada, luego breve no será en
este caso sinónimo de poco, sino más bien lo contrario, si mis palabras hacen
aflorar la sabiduría colectiva que hay en ti como parte de un círculo de
mujeres.
Por lo que
he oído y observado, creo que es el anhelo de muchas mujeres pertenecer a uno
de estos círculos. Si te sientes inspirada para formar un círculo o para conferir
mayor profundidad a uno ya existente, este pequeño libro os será de gran ayuda
a ti y al círculo que formes, o que reciba tu influencia, y estarás
contribuyendo al mismo tiempo a un cambio evolutivo de la cultura humana,
puesto que el tuyo será un círculo más en el camino hacia el millonésimo círculo.
Jean Shinoda Bolen. El millonésimo círculo. Kairós.
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