Mi introducción al Agua Celestial
Oí hablar por primera vez del ciclo femenino a los trece años, en 1969, tres años después de que comenzase la Revolución cultural. Aunque se habían cerrado las escuelas, China había entrado en una nueva etapa, y a los jóvenes se les permitía acceder a una educación. Acababa de comenzar mis estudios en el instituto cuando a mi madre y a mi padre por fin se les permitió abandonar la granja colectiva donde los habían mandando a trabajar para reparar el agravio de que mi padre ocupara un cargo de responsabilidad como director de una cadena de televisión. Mis dos hermanas y mi hermano mayores también habían estado fuera durante ese tiempo, puesto que ellos, como el resto de los estudiantes, ya habían cumplido con el deber nacional de viajar a Pekín para ver a Mao. Resumiendo, había vivido sola durante dos años, aunque solía recibir las visitas de los amigos de la familia.
A pesar de que fue un período de terror e inestabilidad en China, en el que los niños denunciaban a sus padres, y a las esposas, a sus maridos, por traicionar a Mao, tengo recuerdos maravillosos de estar con mis padres todos los días mientras comíamos juntos. Los alimentos escaseaban y estaban racionados -cada uno de nosotros recibía tiques mensuales para conseguir 150 gramos de carne y unos once kilos de arroz- pero éramos felices porque estábamos juntos.
Recuerdo que, por aquel entonces, mi madre empezó a abordar el tema de la pubertad. Algo sabía al respecto; había oído trocitos de conversaciones en el colegio sobre una <<amiga mayor>> que había venido de visita y había leído libros que mencionaban la menstruación. No me estoy refiriendo a manuales de ciencia, sino a novelas. Aunque había estado prohibido estudiar obras que no hubieran sido escritas por Mao, a mí me encantaba leer y había devorado en secreto Jane Eyre, Guerra y paz, algunas novelas de Dickens y muchos, muchos más libros, incluidos los clásicos chinos que se habían prohibido. Mi amigo y yo los ocultábamos en nuestras casas y nos los intercambiábamos, escondiéndolos entre nuestras ropas. Un día en que llovía a mares, mi amigo vino a verme, mi madre abrió la puerta y le dijo que yo no estaba. Cuando se dio vuelta para marcharse, lo agarró por el brazo para que entrara y se secara antes de volver a salir a la calle, y varios libros cayeron por debajo de su abrigo. Mi madre estaba furiosa. Sabía que los comunistas consideraban la posesión de libros - especialmente los clásicos - como un delito penado con la cárcel. A mí me cayó una buena bronca.
Lo poco que pude encontrar sobre la menstruación no hizo sino aumentar mi curiosidad. Me preguntaba cómo sería. Una vez mi madre me descubrió frotándome los pechos y me preguntó si no me picaban. Me dijo que estaba creciendo y que me estaban saliendo los pechos que algún día servirían para alimentar a un bebé. También me explicó que, si me picaban o me dolían un poco, calentara aceite vegetal en las yemas de los dedos y me los masajeara suavemente.
Pronto me contó que experimentaría algo <<especial>> cada mes y que eso era un signo de madurez. Con ello llegarían nuevas responsabilidades. Tenía la sensación de que se suponía que ya no podía ser una niña traviesa, que tendría que cuidar de mí misma y ser más considerada con los demás. Me explicó que sangraría por la vagina y que podía ser que me doliera y sintiera náuseas, pero que no me preocupara porque había hierbas tonificantes y otras que prevenían las enfermedades.
Para que estuviera preparada, me dio un montoncito de hojas de papel de arroz de 5 cm y un cinturón para la menstruación. Éste estaba formado por una tira de tela rectangular; por un extremo había un dobladillo por el que se pasaba la cinta que hacía de cinturón y, por el otro, el dobladillo era una solapa que se cerraba con un botón. Mi madre me enseñó a doblar las hojas del papel para que se ajustaran al tamaño de la tira del cinturón y a mi cuerpo. Cuando quisiera cambiar de papel, tan sólo tenía que desabrochar el botón, sacar el papel manchado y colocar otro nuevo. Me daba un poco de vergüenza que mi madre me explicara todo aquello, porque me hacía pensar en la posibilidad de tener novios, casarme y tener hijos. Tal vez se debiera a que tardé un poco más que mis amigas en desarrollarme y me sentía un poco abochornada ante esa nueva etapa de mi vida. Pero mi madre me dijo que todo eso era una parte natural del desarrollo de la mujer.
En el Huang Di Nei Jing, que se escribió siglos antes del nacimiento de Cristo y del inicio de la Era Común, ya se hacía referencia al ciclo femenino. Según el Nei Jing, la vida de una mujer se desarrolla en ciclos de siete años. A los siete, el Chi de la mujer empieza a desarrollarse. A los catorce, debe ser fuerte y robusto para que la joven se pueda transformar en mujer con el inicio de la menstruación. Nuestro cuerpo tiene que asegurarse de que somos vitales y de que nuestro Chi y nuestra Sangre están en su máximo apogeo, antes de que empiece la pérdida regular de Sangre.
Los médicos de la antigüedad llamaron a la menstruación Tian Gui o <<Agua Celestial>>, porque creían que la sangre menstrual era diferente de la que circula por nuestras venas y nutre nuestros cuerpos. Sabían que el hombre tenía que eyacular en la vagina para que la mujer se quedara embarazada, y que cuando ésta concebía, la menstruación se interrumpía. Puesto que no podían ver el óvulo con sus ojos, identificaron la Esencia reproductiva de la madre con la Sangre menstrual, que equivalía al esperma del hombre. El ginecólogo chino del siglo XVII Fu Quing Zhu escribió en su libro Fu Quing Zhu Nu Ke: <<la sangre menstrual no es Sangre, sino Agua Celestial, que se origina en los Riñones. [...] Es roja como la sangre, pero no es sangre. Por eso se llama Agua Celestial>>. El Nei Jing dice: <<"Celestial" indica el descenso del Verdadero Chi del Cielo; "Gui" indica Agua como las nubes del cielo que generan agua>>. En los Riñones almacenamos nuestro Chi y nuestro Jing (véase la pág. 40), o Esencia, y, por lo tanto, son los responsables de nuestro crecimiento y desarrollo. La sangre menstrual no es sólo una descarga mensual de materia de desecho del Útero. Es la Esencia, la energía vital que necesitamos para vivir.
El principal componente de la menstruación es la Sangre. Según los antiguos médicos, la Sangre menstrual empieza a fluir por vez primera cuando, a los catorce años, confluyen una serie de factores. Nuestra energía de Riñón debe ser fuerte y debemos haber acumulado suficiente Sangre como para que pueda eliminarse por el Útero. Además, el Chi y la Sangre deben estar equilibrados y fluir armoniosamente por los Órganos Zang-Fu. Y los dos meridianos responsables de gobernar nuestros ciclos femeninos de siete años deben funcionar correctamente. El meridiano de Vaso de la Concepción (Ren Mai o <<Mar del Yin>>) debe fluir con fuerza, y el meridiano Central (Chong Mai, el <<Mar de la Sangre>>) deben tener suficiente Sangre. Cuando estas variables se unen, empieza la menstruación.
El comienzo del Agua Celestial es un hito en los ciclos femeninos. Es el comienzo de la fase reproductiva y es un momento clave en lo que a nuestra salud se refiere. Puesto que el comienzo de la menstruación supone una transición radical, es un período muy vulnerable y hay que tener cuidados y atenciones especiales.
Con el inicio de mi primer período, pude comer alimentos especiales que había visto comer a mi madre. Durante los paroximadamente cinco días que duraba la menstruación, mi madre me preparaba una sopa de huevo, azúcar de caña integral y vino de arroz casero. Este plato con huevo ayuda a mejorar la circulación, nutre nuestro organismo y lo mantiene caliente, con lo que se favorece la libre y correcta circulación de la Sangre y el Chi y el buen funcionamiento de nuestros Órganos Zang-Fu. Hasta mi padre sabe hacer esta sopa y, cuando se daba cuenta de que tenía la regla, me la preparaba. Es bastante habitual que los hombres chinos conozcan bien los alimentos que tienen valor terapéutico para la salud femenina y la salud en general, puesto que la prevención y el tratamiento son inseparables y forman parte integral del estilo de vida chino.
Este remedio patentado se ha fabricado para los síntomas generales relacionados con el Agua Celestial. Mi madre también me aconsejaba que descansara, que no levantara objetos pesados ni me excediera haciendo ejercicio, y que no tomara agua fría ni comiera alimentos de naturaleza Fría, ni fuera a nadar en esos días. Como la Sangre mana hacia fuera desde el Útero durante el Agua Celestial, el cuerpo se encuentra en un estado de Deficiencia de Chi y de Sangre; como se pierde Sangre, también se pierde Chi. En este estado, somos más vulnerables a la invasión de factores patógenos Externos, como el Frío. Ingerir alimentos o líquidos fríos durante este período puede obstruir el Chi y alterar algunas funciones vitales. Estar de pie descalza o con calcetines sobre un suelo frío cuando tienes la menstruación es otra de las formas en que el Frío puede atacar nuestro cuerpo.
Mis pacioentes suelen preguntarme qué alimentos o bebidas frías pueden tomar durante el período. Les explico que tomar alimentos crudos fríos perjudica y desvitaliza el Bazo, y éste no puede ejercer su función de contener la sangre en los vasos. Algunos de los síntomas de desequilibrio en el Bazo son un sangrado excesivo, náuseas, espasmos musculares y antojo por el dulce.
Mi madre me estaba transmitiendo lo que mi abuela le había enseñado, y ésta, a su vez, lo había aprendido de las mujeres de la familia a través de innumerables generaciones. Me estaba dando las herramientas para que supiera cuidar de mí misma tomando medidas preventivas a fin de mejorar y salvaguardar mi salud. Existe una estrecha relación entre estas normas dietéticas y prácticas de estilo de vida y nuestra salud menstrual. De hecho, todas las mujeres de mi familia han seguido estas recomendaciones, y ninguna de ellas ha tenido ningún problema de irregularidad menstrual.
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