ESCRIBO
DESDE MI ÚTERO, sabiendo que lo que ahora diré llama a la controversia y
profundiza donde duele. Como sea, la intención es la de conmover, no la de
revolver y vomitar insultos ni descalificaciones. De primeras aclaro que, para
mí, TODA MUJER ES MI HERMANA, y que ellas, ahora, son mi prioridad. Que, como hermanas, somos diferentes,
aunque el palpitar es el mismo. Lo que ahora escribo no trata de
criminalizar ni señalar con el dedo. Que se abstenga aquél de señalar con el
dedo y tachar de bruja, puta o impía a cualquiera de mis hermanas (hermana, si
tú señalas con el dedo a alguna de nosotras, por favor fíjate que al alzar tu
índice hay tres dedos que también te señalan a ti; reflexiona y siéntete una
entre todas). Este texto nace de la reflexión pura y sentida, os invito a
acompañarme:
Acabo de
ver un documental, muy recomendable, sobre el movimiento social y feminista
francés Ni putas Ni sumisas. Se llama
Soraya, Nadjet i les altres[1].
En el documental se muestra cómo un grupo de mujeres se moviliza para
concienciar a mujeres, niñas, hombres y niños de los barrios marginales
franceses – y del resto también – de que por ser muer de origen inmigrante -¡se
puede ser la cuarta generación en Francia y no ser aún considerados francesas! -
con intención de estudiar y ser independiente, no se es puta. Y que para no ser
tratada de este modo – violaciones sistemáticas, ataques físicos y verbales y
demás aberraciones – muchas deciden volverse sumisas. Reivindican que la mujer
es más que eso, y que se ha de tomar conciencia para actuar[2].
Hasta aquí,
no podía estar más unida a estas hermanas. Sin duda, siento que su labor es muy
necesaria, pero en el documental algunas mujeres hablan del logro que supone
para la mujer la píldora anticonceptiva, el aborto y la anestesia epidural en
el parto, así como de las bondades de ser trabajadoras y no simple amas de
casa.
Ahora
comienza mi reflexión:
Valoro que
la contracepción es una herramienta muy útil para conocer el cuerpo de la
mujer: conocer su fertilidad y los ciclos naturales, pero rotundamente niego que la píldora nos haya ayudado a ser
independientes: siento que nos hace dependientes de las farmacéuticas y nos
borra cualquier memoria intuitiva e instintiva de nuestro cuerpo, además de los
perjuicios y toxicidad para el mismo. La píldora nos anestesia de nuestro ciclo
y nos vuelve lineales, tal y como son biológicamente los hombres - ¡es genial
que los hombres sean lineales, pero nosotras somos cíclicas por algún motivo!
-. Además, es cómico que la mujer sea fértil durante tres o cuatro días – a lo
sumo – al mes, y seamos nosotras las que tomemos anticonceptivos
periódicamente, aunque de la misma manera si fueran los hombres quienes tomaran
anticoncepción, también serían dependientes de las farmacéuticas y estarían
desconectados de su naturaleza.
En
definitiva, en este punto quiero aportar mi granito de arena para avanzar en la
reflexión de la << conquista de la independencia femenina >>, pues
mientras que la contracepción y concepción son fuentes de autoconocimiento, la
píldora nos aleja de nuestro Ser femenino y cierra el pico a nuestro Cuerpo.
Otro tema
peliagudo: el aborto. Siento que el ser humano – hembra o macho – no tiene el
magnánimo poder de quitar o dar la Vida, sino que es el universo en su plenitud
quien permite que se manifieste a través de nosotros. Vivir o morir son dos
caras de una misma moneda, y ninguna es mala o buena. Lejos de mi sentir más
espiritual, creo importante resaltar que la mujer ha de tener derecho a ejercer
su responsabilidad con su propio Ser, con su propio Cuerpo. Veo injusto que
muchas mujeres mueran por infecciones al haber abortado de manera clandestina o
que otras muchas sean tratadas como escoria por haber optado por esta opción. Sin
duda, sé que tomar esta decisión no es nada fácil para ninguna mujer, y que
muchos embarazos son fruto de violaciones y atropellos a la razón y al
sentimiento.
Sin
embargo, he de manifestar que dudo que
abortar nos libere de algo, dudo que abortar nos dé poder sobre nuestro
Cuerpo. De nuevo somos intervenidas por manos ajenas y nos hacemos dependientes
de la situación económica y social de un país. De nuevo siento que estamos
sutilmente manipuladas. Ser dueñas de nuestro Cuerpo es conocer, amar y honrar
nuestro Ser, cada poro de nuestra piel. Esto supone poner un freno, ENTRE
TODAS, a los abusos de poder, a las concesiones sexuales cuando no queremos, a
conocer nuestra sexualidad y a no tenerle miedo. Para mí, esto es Poder:
decidir con quién y cómo deseo fundirme en el sexo; comprender que engendrar es
uno de los poderes más valiosos de la feminidad, pues es la Creación en estado
puro; amar nuestro Cuerpo para entender el porqué de tener que hacernos
respetar y valer. Esto para mí es ser independiente.
No planteo el
<< no al aborto >> ni << abajo la píldora >>, como lo
hace la iglesia católica, la que nos condena por ser hijas de Eva << la
pecadora >>, la que se sube al carro de << la Vida >> cuando
lo que quiere es lo de siempre: someter a la mujer, porque su Cuerpo es
pecaminoso y ha de mantenerse en orden y pureza. Esta iglesia que trajo consigo
el oscurantismo y las hogueras en las que ardieron miles de mujeres. La misma
que, de manera rotunda, nos recuerda que << pariremos con dolor >>,
pues hemos de pagar por lo que hizo nuestra madre Eva. No confundáis mis
reflexiones, por favor, con el atropello a la razón y al sentimiento de esta
empresa que es la iglesia – no hablo de los creyentes de a pie – que ha
cubierto con un velo de oscuridad e << impudicia >> a la naturaleza
femenina. Aún hoy, muchas mujeres sienten
su cuerpo como ajeno, su regla como un castigo y su maternidad como un
sacrificio.
Ahora bien,
algunos movimientos feministas – o al menos en sus comienzos – piden y pidieron
lo contrario como derecho propio: al exigir independencia e igualdad, muchas
mujeres pasan del padre / esposo al médico / psiquiatra. Yo apuesto por volver
a nosotras, viajar hacia nuestras raíces y SENTIR qué queremos de verdad.
Intoxicar nuestro cuerpo cada mes, parir drogadas, anular nuestro instinto
materno en pro de la producción NO ES INDEPENDENCIA NI IGUALDAD. Éstos son
otros yugos; de nuevo hemos vuelto al redil, por muy diferente que nos parezca.
Seguimos teniendo rejas en nuestras nuevas celdas. Ahora no hacemos lo que mi
esposo reclama sino lo que exige mi jefe.
Hermanas,
abramos los ojos y despertemos. Pongamos las manos en nuestro vientre y SINTAMOS.
Nuestro Poder no es el de envenenarnos, va mucho más allá. Nuestro Poder es el
de habitar nuestro cuerpo, nuestra psique, tomar decisiones en función de
nuestra intuición y recobrar la valía apoyándonos las unas en las otras.
Abandonemos
las luchas entre nosotras mismas. Dejemos de llamarnos putas o señalar a las
que creemos sumisas. Mientras sigamos divididas, la sociedad patriarcal
vencerá. ¡Es momento de unirse y poner fin a los juicios!
Con todo mi
Amor.
Fuente: Irusta, Erika, Caen las cortinas, en Una nueva maternidad. Reflexiones de mujeres en la Red. La Tribu 2.0. Editorial Obstare, 2da Edición, España, 2011.
[1] Vernhes, B.: Soraya, Nadjet et les autres. Francia, 2004.
[2] Más información en: http://www.niputesnisoumises.com/
; http://www.mediterraneas.org/article.php3?id_article=499
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