por Julia Ruppel
El jueves 31 de octubre, como para "celebrar" el
día de brujas, me fui a la proyección de la película “Parirás con Poder”
realizada por NuestraAmérica Profunda. El encuentro, organizado por la ONG Vos
Podés, y Vos sabés en La Plata, contó con la presencia de Las Casildas, y muchas
mujeres de distintos ámbitos: algunas recientemente embarazadas, otras finalizando
su embarazo, otras con la ya experiencia de un parto (o varios) ó cesáreas - es
decir con historias desde el cuerpo: algunas felices, otras traumáticas, pero todas
de aprendizaje en fin -, parteras, doulas, hijas, niñas, curiosas, investigadoras, etc.,
y algunos hombres también.
Debo aclarar ante todo que estoy embarazada de
5 meses y medio, lo que me convirtió en los últimos meses de mi existencia en
una persona de lo más sensible y cargada de algunas vivencias particulares, por
ende estuve a punto de llorar y ahogar a toda la audiencia circundante con mis
lágrimas durante y luego de ver la película. No podía salir del shock que me
había producido todo lo que había visto en las imágenes. El impacto emocional
de ver nacimientos –unos con mucha ternura, otros tan violentos- , de entender
el propio luego de haber visto el de otros, de sentirme más cerca de los
nacimientos de cualquier bebé y mamá en el momento del parto, me había chocado
de sobremanera-.
Luego de la proyección, hicimos una ronda para
ponernos a conversar. Así comenzaron los relatos de las historias de algunas de
nosotras. En mi estado de embarazo protagónico y de emoción total, escuché las historias de las mujeres que se
animaban a hablar de sí mismas, de sus experiencias con respecto al embarazo y
al parto. Obviamente, me temblaba todo el cuerpo, quería llorar, tuve bronca,
pero… lo más llamativo para mí fue que entre las que estábamos embarazadas por
primera vez, las sensaciones eran muy parecidas: miedo, soledad, desamparo ante las opiniones cotidianas de los otros –muchas
veces insistentes y sin información-, el sentirnos juzgadas. Es más, en ese momento de la charla había pensado en
no hablar porque todas estaban diciendo cosas que me pasaban a mí, que me pasan
hoy a mí, pero sentía que tenía que hacerlo…
Y lo hice. Conté sobre mi nacimiento por
cesárea, sobre mi relación angustiante con mi mamá a través de su experiencia
por la maternidad y la mía como hija, la tristeza que me produce la desconexión
entre las mujeres, comenté un poco mi experiencia de las opiniones sobre mis
decisiones en cuanto al embarazo y al parto… en fin. Fue increíblemente sanador. Y me lloré
la vida, también.
Y así como en su momento no pensaba hablar pero
sentía que tenía que hacerlo, ahora
también siento que necesito
escribirlo. ¿Y por qué? Porque no soporto tener todas estas sensaciones adentro
mío, y ahora que sé que no soy la única que las tiene, menos lo aguanto. Me
acompañan cuando voy a trabajar, cuando viajo en el micro, en las visitas al obstetra, en las visitas a
la familia, y podría seguir… ¡Y descubrí que no sólo me pasa a mí, sino a la
mayor parte de las embarazadas primerizas! Así que no voy a esperar a volver a
somatizar y enfermarme nuevamente de una bronquitis – cuando le conté a mi
partera ella me dijo: “¿Qué te hizo agarrar tanta bronca?”, muy oportuna su
observación- como me pasó en los
primeros meses de embarazo. Entonces, si sos embarazada primeriza, y estuviste
o no en la proyección de “Parirás con poder”, tal vez te sientas identificada
con algunas cuestiones que tenemos que vivir en la cotidianidad de nuestra
co-habitación con las panzas in-crescendo.
En primer lugar, a mis 23 años no tengo título
universitario y trabajo de algo que no me gusta. Trabajo rodeada de gente.
Estas cuatro cosas, para el sentido común son bastante importantes ya que
exacerban el tipo de comentarios que he llegado a recibir. Segundo, estar
en un lugar de referencia y con prestigio en la cabeza de cualquier miembro de
tu familia hacen que cuando das la noticia de tu embarazo, primero viene el
llanto, después el llanto, más llanto (con bronca mezclada)… y así sucesivamente
hasta que cuando te dirigen la palabra es algo así como “Se me cayó el edificio”
o comentarios por el estilo rodeados de miradas acusadoras. Las miradas, por ejemplo, son un tema bastante
importante, ya que las personas de tu alrededor cuando se enteran que estás
embarazada te miran con lástima. Sí, al principio tardé un poco en darme
cuenta, pero es así. Miradas. Y lo peor es que te relojean todo el cuerpo, el
que todavía no dio ni una señal externa de cambio, y ahí nomás te tiran el
comentario: “¡Y cómo te va a cambiar el cuerpo!”, “Chau a la cintura”. Los
comentarios y las miradas sobre el cuerpo en vías de transformación están en
los primeros puestos del top ten
sobre comentarios inoportunos, sin que
se dé lugar a los que tengan realmente que ver con la experiencia corporal de
la maternidad y mucho menos los que las futuras madres quieren escuchar, o
necesitan. Generalmente no pedimos opinión, al menos en mi caso, pero nos vemos
atestadas de ellas, y en la mayoría de los casos no con muy buena onda, por no decir con una
onda de porquería.
Otro tipo de comentarios es sobre la pareja. “¿Y
tu pareja que dice?” “¿Trabaja?” “¿Cómo van a mantener al bebé?” “¡Ah! Los hombre
son infieles con las mujeres cuando están embarazadas” “Ellos pierden deseo
sexual cuando te ven con la panza gigante” “En el puerperio es un garrón”. Y así, bastante. Yo no sé si es el comentario
de oficina el que tiene un perfil en sí mismo, pero la verdad es que se escucha
de todo… A veces me gustaría saber si realmente lo preguntan desde el interés, o
desde la necesidad de tener un tema para la hora del almuerzo. Siempre es más
fácil hablar de la vida de los demás más que de la de uno mismo.
No voy a escribir sobre el hecho de que soy
vegetariana, porque las embarazadas vegetarianas sabemos muuuuuy bien que somos
altamente irresponsables por nuestro tipo de alimentación… ¿o no? ¡HIERRO!
¡ÁCIDO FÓLICO! ¡A COMER CARNE! DESDE ANTES DE QUEDAR EMBARAZADA, ANTES DE PENSAR
EN TENER UN HIJO, ÁCIDO FÓLICO, CARNE, CARNE ROJA, ¡¡¡HIERRO!!!
¡¡¡SUPLEMENTOS!!! Paranoia.
De los pseudointelectuales he llegado a recibir
comentarios como : “Claro, ahora que
estás embarazada no salís nunca y te rodeás de parejas, de mamás embarazadas”
“¿Ahora estás new age que leés << La
cientificación del amor >>? –con tono de burla-. Miran tu biblioteca
y se estremecen por todos los títulos sobre maternidad que hay ahí… “Estás monótona”. No, estoy embarazada.
O… “No leas tanto, ya vas a saber lo que
es cuando lo tengas.” – lo dicen con expresión de gravedad las que ya son
madres con Licenciatura en maternidad-. “¿Para
qué leés para aprender a ser mamá?, eso no lo enseña ningún libro”. Tampoco
podemos leer: ni durante el embarazo ni luego de haber parido porque “Después ya no vas a poder comprarte tantos
libros”. El “después” es la amenaza con la que nos vemos todo el tiempo acorraladas
porque nosotras claro, todavía no sabemos
lo que es ser madre. También de
este grupo de gente están los motivos por los cuales a los 20 y pico “no es
conveniente” quedar embarazada, porque no terminaste de ir a la universidad
(generalmente las observaciones las hacen quienes o bien nunca fueron a la
universidad o tienen 35 años y deben desde los 25 tres materias para recibirse)
las salidas, la autonomía… la juventud, no tenés una posición económica sólida,
no sabés nada de la vida, etc. “Te va a
cambiar la vida” – con cara de que va a ser para peor y justamente las palabras las emiten personas
que no pasaron por la experiencia de la ma(pa)ternidad. Justo en el momento que diste la noticia, el
comentario es “Te felicito… pero yo llego
a quedar ahora y me suicido”. Gracias.
Una nunca
está bien preparada para quedar embarazada. Es decir, o somos demasiado jóvenes,
o viejas, o estamos sin pareja, o estamos con una pareja que seguro no quiere que hayas quedado embarazada por ende va a dejarte
en los próximos segundos o después de que se dé cuenta que tu vagina quedó como
una cacerola o tu cuerpo como gelatina. Tampoco tal vez tengamos el mejor
cuerpo para quedar embarazadas ni para ser madres, porque vamos de seguro a ir
a cesárea por tener las caderas estrechas, por ser muy chiquitas, por ser muy
grandotas. O tal vez no podamos amamantar, “Porque no todas pueden ¿viste?”.
Pero ¡a no
preocupar! Que cuando dejemos nuestro querido cuerpo en manos del magnánimo Dr.
Obstetra –mezcla entre Richard Gere, Mel Gibson y Troy Mcclure- él va a saber qué hacer. Aunque los
comentarios no van a dejar de aparecer. Es decir, el feto no tiene ni dos
semanas, el comentario: “¿Y, ya tenés obstetra?”. La ecógrafa, aterrorizada: “¿¡¡¡ES
LAPRIMERA QUE TE HACÉS EN 17 SEMANAS DE EMBARAZO?!!!”, se ve que nadie le
explicó que hasta la semana 22 no suele ser necesaria una ecografía y que en
países como Holanda no se hacen esos procedimientos. Todos los estudios que tenía que hacerme los conocí por quienes
me rodeaban antes que por el médico, quien a muchos de ellos ni siquiera los
mencionó… o más bien dijo: “Si alguna amiga tuya se hizo un estudio que quieras
probar podemos hacerlo” (¿). Es cierto, ahora
que lo pienso no sé qué es peor. Al menos la visita con el obstetra duró sólo
20min, y fue una sola vez…
Pero
entonces una empieza a alejarse. Habla
menos, se calla. Empieza a ser invisible. A todo responde con una risita
ingenua. Ya no pregunta tanto en ámbitos donde no quiere escuchar opinión. Es
decir, NO HABLA MÁS en casi ningún lado. Es dejada de lado en las salidas a
bares, en la parte divertida de la vida… pero tampoco se lo toma a mal. Una ya
no es cool. Cool son las fotos en tanga con la panzota; cool es el baby-shower, la fiesta de
nacimiento; cool es después del embarazo adelgazar rápido como la China Suárez
o Luisana Lopilato y volver a salir en pelotas a mostrar el cuerpazo. En el “mientras
tanto”, sos desplazada, o te auto-discriminás para no estresarte. Yo, para no
agarrarme otra bronquitis.
Es curioso
que la gente en vez de diplomarse en Buenos
deseos para el prójimo ó Buena
voluntad lo haga en todo este tipo de cuestiones mencionadas anteriormente.
Cuando quedamos embarazadas, necesitamos pocas cosas… que generalmente no
vienen de las palabras, ni del universo virtual – al que estamos tan
acostumbradas hoy en día -, y con esto no me refiero sólo a las computadoras o
a los celulares, sino a la no presencia física del otro. Y las embarazadas
somos un “otro”, sujetos sociales vulnerables y “sujetas” a todo este tipo de
comentarios cotidianamente. Creo que
escuché más veces la palabra “irresponsable” en menos de 5 meses de lo que en
toda mi vida – ¡¡¡contando la adolescencia!!! -, en vez de un buen deseo, que
es lo que una necesita, o al menos: SILENCIO. Por suerte, el jueves conocí a un
grupo de mujeres que me hicieron ver que no estamos tan solas como creemos. Que tal vez tengamos que unirnos a quienes
comparten algo con nosotras para generar un pequeño cambio, y no por menos
importante: el cambio de nuestra vida. Después las redes que tejamos son otro
tema –también importante pero que exceden este texto-.
(Sí, ya voy
a escribir el tipo de comentarios que recibí al enterarme que es nena…)
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