lunes, 11 de noviembre de 2013

Por un feminismo del Medioevo

por Julia Ruppel

Acá estoy, leyendo un artículo en la revista Píkara escrito por Beatriz Gimeno que se titula “Estoy en contra de la lactancia materna[1]”. La autora llama la atención sobre la creciente “naturalización” de la mujer y la presión social que ejercen los movimientos de mujeres naturistas – algo así como mitad amazonas, mitad brujas del Medioevo - para que una mujer realice algo tan retrógrado y poco liberador como dar la teta a su bebé. Es algo que le preocupa sobremanera ya que como ella misma lo expresa este es uno de los asuntos que la “pone de peor humor de los relacionados con las mujeres”. Para Gimeno, quienes se expresan a favor de la lactancia materna “se escudan en no sé qué problemas inexistentes para poder dar de mamar y, gracias a esa supuesta persecución han conseguido crear “una causa” y de ahí han pasado a convertirla en una obligación”. O sea, las problemáticas en torno a una mujer lactante para esta autora no existen. Una madre que tenga un trabajo fijo y por ejemplo, desee dar la teta a su bebé durante al menos los primeros seis meses con regularidad porque le agrada hacerlo y porque cree que está así brindándole cuidados a su hijo que exceden el debate de si la leche maternizada es “mejor o no” que la leche de la madre, no encuentra ningún problema en el mercado laboral actual, es decir, podría hacerlo tranquilísimamente. Tampoco, en perspectiva de la autora, existieron alguna vez intentos de invisibilización del acto de dar la teta: nunca en el pasado fue mal visto para las mujeres de las elites y le encargaron esta acción a las nodrizas, nunca la censuraron en espacios públicos y privados, nunca el sistema fue haciendo cada vez más difícil este acto entre mamá y bebé… es decir, ¡esta causa nos la inventamos las precursoras del retorno al Medioevo!
Luego de la cita de Gimeno a Zyzek, donde de alguna manera da a entender que la lactancia materna no es un pedido válido hoy en día ya que no es “transgresor”, arremete con: “La lactancia materna no ha estado nunca perseguida, y ahora las que estamos perseguidas somos las que no queremos dar de mamar y nos atrevemos a decirlo claramente (que no quiere decir que no defendamos que den de mamar las que quieran hacerlo)”. ¿Las madres que no quieren dar de mamar están perseguidas? ¿Pero cómo? Bueno, yo pensaba que las que ejercían mayor presión a las madres eran las industrias de la leche para bebés, que les hacían creer que el alimento que producía su cuerpo no era suficiente, y que era mejor darles leche de fórmula con la mamadera. O por ejemplo, el sistema médico, que suele separar el primer contacto de la madre con la criatura para que ésta última no consuma el calostro (cabe aclarar que esto no es algo actual, sino que viene de años de interrupciones en el contacto de la madre con su bebé)[2]. Pensaba yo que era el mercado laboral del sistema de producción capitalista el que generaba esa “presión” inconsciente en la madre y que la hacía sentirse culpable por tener que ir a trabajar teniendo un ser humano pequeño e indefenso al que se suponía sería más sano que diera la teta. Ahora bien, si las que no quieren darle la teta a sus hijos –feministas por la liberación- sienten la presión de quienes sí quieren hacerlo –las fanáticas naturistas- , y a la autora no le parece válido el reclamo poco revolucionario de realmente poder hacerlo, pero a la vez “no quiere decir que no defendamos que den de mamar las que quieran hacerlo”, ¿en qué quedamos?
El tema puntual es que las naturistas locas sin depilar, somos unas místicas irracionales. ¡Hasta la lactancia llegamos a mistificar! La OMS ¿qué es eso? ¿recomendar la lactancia porque es mejor que la leche de fórmula? ¡No! Debe ser un artilugio del sistema patriarcal para hacernos creer que una función biológica es importante… no reivindiquemos las funciones corporales que nos conectan con la sensibilidad ¿para qué? ¡Si estamos en la posmodernidad y eso es subjetivo! ¡No nos pongamos new age que si publicamos algo nos mandan para la sección de autoayuda!
Cuando le puse a mamar el primer día la cosa me resultó de lo más desagradable y dolorosa, no me gustó nada y mucho menos me gustaba estar a disposición del bebé cada tres horas sin poder dormir ni descansar. Al tercer día ya no quería darle de mamar más. Y así lo manifesté. Entonces comenzó una especie de persecución en la que las enfermeras sólo me dirigían la palabra para llamarme mala madre y egoísta. No me daban biberones ni me retiraban la leche. El niño lloraba de hambre. O daba de mamar o el niño pasaba hambre: ese era el inaceptable chantaje.
Las mujeres naturistas locas, que generalmente también entran en conflicto con las enfermeras de los hospitales, deben estar a esta altura bastante sorprendidas de las declaraciones de Gimeno. ¿Es la experiencia de la autora trasladable a todo lo concerniente con la lactancia materna? ¿Ésas son las mujeres que “crean” causas poco transgresoras? Convengamos que el sistema médico no tiene buena fama en lo que concierne al buen tratamiento de las mamás y las criaturas. Gimeno, cita a Elisabeth Badinter, feminista con declaraciones en su haber tales como “La maternidad es una nueva forma de esclavitud”[3] y nos dice que “la lactancia materna en los países desarrollados no es ni mejor ni peor que el biberón y que la leche maternizada cada vez se parece más a la natural; que la presión a favor de la lactancia es una presión que se encuadra en la cada vez mayor “naturalización” de las mujeres; que respetando que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera, a muchas nos parece que dar de mamar es incómodo, que duele, que es desagradable y que nos convierte durante meses o años en adminículos de un bebé; quien quiera pasar por eso está en su derecho, a muchas no nos da la gana.” ¡No! No somos esclavas ni de las farmacéuticas[4] que nos dan ibuprofeno para frenar los dolores menstruales –y de todo tipo-, ni de las fábricas de toallitas femeninas y tampones que muchas veces resultan tóxicos[5], ni de los médicos que practican cesáreas innecesarias o partos inducidos con hormonas sintéticas, o ginecólogos que aplican DIU de cobre que muchas veces son nocivos para nuestra salud[6], así como los anticonceptivos hormonales mal recetados (o los bien recetados también)… NO. Atención: el problema real son las feministas naturistas. Aunque las ganancias económicas se las lleven en su mayoría las industrias que cité, las que más presionamos, las más “fascistas” somos las naturistas.
Al fin y al cabo, no sé para que molestan tanto estas hippies posmo con el tema del naturismo, si como dice Gimeno “el bebé se convertirá en un niño y adulto exactamente igual si ha mamado que si no (la generación de los 60, la mía, fue la de la liberación de las mujeres. No mamamos y aquí estamos)” ¡Aquí estamos muchachas y no tanto! Súper súper free. Liberadísimas. O España está muy lejos y allá están muy bien como Badinter, o yo no sé qué significa la palabra libertad. Y no sólo nuestra libertad como mujeres, sino libertad de nuestros niños, porque aunque la ciencia demuestre que el contacto corporal y la leche materna son buenos, ¡es sólo un misticismo nuestro! Además, con esto de la liberación femenina, lo más importante al fin y al cabo es que: “(…) dar el biberón tiene para muchas de nosotras la ventaja de que el padre o la otra progenitora comparten así a partes iguales la crianza y eso es bueno no sólo para el niño, sino también para la madre que vuelve a ser cuanto antes una persona independiente y libre, además de mucho más descansada”. Es bastante gráfico: madres, mientras sean dependientes de ese ser caprichoso y chantajeador como lo es ese bebé, no serán libres. Así que basta mujeres naturistas de “obligar” a otras a dar la teta: paren un poco con esa convicción de que luchando por la lactancia materna realizarán una revolución ecologista y anti-consumista.[7]
Que es igual de amoroso dar de mamar que no hacerlo y que yo quiero a mi hijo tanto como la madre más amamantadora; que cuidarse una misma y ponerse por delante de necesidades inexistentes del bebé es sano y no egoísta, que sacrificios con los hijos, la sociedad y nuestra biología los justos, que las mujeres tenemos una larguísima historia de autosacrificios que no nos llevan a ningún sitio (o sí, a un sitio que a muchas no nos gusta nada). Que todos esos estudios que esgrimen las de la Liga de la Lactancia que se supone que “demuestran” que la lactancia protege al bebé de no sé cuántos males y le convierten en más listo, más sano, más guapo y más alto que los criados con biberón no son ciertos (referencias en el libro de Badinter); que sí, que es más barato dar de mamar y que en los países pobres es más sano también puesto que no hay garantías respecto al agua hervida ni respecto a la leche maternizada, pero aquí no estamos en esa situación, y además hablamos de elegir, no de obligar.
Y acá entra a colación una experiencia personal, y es que el fin de semana asistí al “II Encuentro para Reflexionar sobre la Crianza antes y después del nacimiento”, y en absoluto me pareció que una madre que pudiera amamantar ande culpando por ahí a la que no tuvo la oportunidad o que no quiso hacerlo. Solamente veía cómo las madres –y otras que no lo eran- acurrucaban a sus hijos, hijos de amigas, compartiendo un cierto goce por la complicidad en el acto de maternar. Ninguna miró con desdén a otra que tuviese un hijo con el chupete puesto, ni a otra que le hubiese dado a otro la mamadera. Ninguna parecía al borde de la locura por su “autosacrificio”, porque en sus caras se veía que en el ejercicio de su libertad ellas habían escogido ser madres y realizarse con sus hijos a través de una experiencia transformadora como lo puede ser la maternidad. Nadie le dijo a una mamá que había tenido a su hijo/a por cesárea que había hecho algo terrible, o que si no le daba la leche de sus tetas iba a tener a un monstruo. ¿Pero eso habrá sucedido porque nos hallamos nosotras en el tercer mundo? Somos pobres y “estamos en esa situación”. Situación hippie. ¡Ojo!, algunas obligamos a un bebé a que succionara el pezón de una madre negada… como para ironizar un poco.
Así que aunque las naturistas presionen, las feministas posta de Europa van a venir a recordarnos que Greenpeace se interesó en nuestras inquietudes y que, además de ser el marco obvio de referencia para la resistencia de las no-depiladas/menstruantes sobre tela o copa de látex, “ hizo un estudio (que tuvo que retirar por las presiones[8]) en el que demostraba que todos los contaminantes que ingerimos y que están en nuestro organismo pasan a la leche materna, por lo que esta está llena de sustancias extrañas que vienen de lo que comemos, casi todo con restos de contaminación.”  No sé de qué época será ese estudio pero lamento comunicarle a la autora que Michel Odent, obstetra y uno de los defensores del primer contacto del recién nacido con su madre para la ingesta de calostro y posterior lactancia materna, ya nos los dejó en claro a las retrógradas hippies en su libro “El Nacimiento en la Era del Plástico.”[9]  Pero no nos ofendamos, que lo único que para Gimeno dar la teta no es que sea malo, sino que: “los niños que han mamado parece que se crían igual de sanos, altos y listos que los que no lo han hecho.” Lo que es terrible es lo que hacemos las naturistas, que presionamos a las mujeres y vendemos “la lactancia como el paraíso” al “ usar argumentos naturalistas y biologicistas para encerrar en ellos a las mujeres, no respetar la libertad de elección; es malo hacer de la lactancia una causa de las mujeres como si las mujeres necesitáramos que nos ayuden para hacer algo para lo que, por otra parte, estamos constantemente presionadas y que llevamos haciendo siglos sin posibilidad de elegir (bueno, las ricas siempre han podido elegir todo, incluso esto y siempre han dispuesto de mujeres pobres que pusieran la teta por ellas); lo que es malo es ponernos sin discusión a disposición de la naturaleza, de la biología, de los bebés, de nuestra obligaciones maternales que se anteponen a las laborales, a las sociales, a las personales, a la libertad, a hacer lo que nos de la gana con nuestras tetas, en definitiva.”
¿Es más fácil estar a favor de la Lactancia? Para Gimeno puede parecer que sí, pero para quienes por ejemplo, en Argentina luchamos por una Licencia por Maternidad de 6 meses, no sé si la “causa” de la lactancia sea poco transgresora. Yo se lo preguntaría a Zyzek, porque no me imagino a los empresarios dando así nomás el poder a una mujer para retirarse seis meses a darle importancia a una tarea como lo es la maternidad. No veo que la sociedad valore lo que signifique la maternidad. Ya de por sí nunca valoró la labor de un ama de casa, me cuesta pensar que tenga en cuenta la función social de la maternidad. En todo caso, si algunas mujeres están descontentas con la pérdida de su libertad a raíz del vínculo con su bebé –que en sí ese ya es otro tema, porque nos estaríamos refiriendo a la maternidad en un sistema patriarcal[10], que veo que es lo que no se cuestiona en el artículo “Estoy en contra de la lactancia materna”-  deberíamos interpelar a qué se están refiriendo, y qué es lo que genera realmente ese malestar.
Gimeno dice que sabe “lloverán por aquí miles de post con estudios que demuestran lo mala malísima que soy por decir esto. Ser antilactancia es un anatema moderno. Eso sólo demuestra lo cerca que estamos siempre las mujeres de volver a ser puestas del lado de la naturaleza para que nos quedemos allí, por cierto. Conmigo que no cuenten.”  Algunas fanáticas ecologistas vemos que el distanciamiento con la naturaleza es un punto importante para entender cómo nos encontramos hoy como sociedad, y no lo vemos como peyorativo, es más, consideramos que la naturaleza tiene todavía mucho que decir, y la cultura tiene mucho que reinterpretar: para no esclavizar desde una mirada ni patriarcal, ni mecanicista.
Por mi parte me atrevo a decir que estoy más cerca del Medioevo[11] -sobre todo por lo de masoquista, porque no me va el ibuprofeno cuando menstrúo-, como le dicen las más progre a darle un poco de bola a esto de lo ecológico (ej.: reciclar y ponerle pañales de tela a tu bebé), que del futuro (¿). Y no por el hecho de que sangrar sobre un cacho de algodón me haga más consciente o no, aunque crea yo que es así, ni porque al no considerarme  “abortista” parezca contradictorio que esté a favor de la despenalización del aborto. Me parece que distinto de lo que opinen Gimeno, Badinter, Greenpeace o quien sea, los debates son más profundos y que la noción que tenemos de “libertad” es algo que tiene que ver con todo, y es absolutamente transgresora si existe la posibilidad real de ejercerla.





[1] Gimeno, Beatriz en Pikara Magazine. 2011.http://www.pikaramagazine.com/2011/10/estoy-en-contra-de-la-lactancia-materna/
[2] Odent, Michel. Las funciones de los orgasmos. La vía rápida hacia la trascendencia. 2da edición. Editorial Ob Stare.
[3] http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/elisabeth-badinter-maternidad-nueva-forma-esclavitud/csrcsrpor/20110501csrcsrsoc_4/Tes
[4] Irusta, Erika. Caen las cortinas. En Una nueva maternidad. Reflexiones de mujeres en la red. Editorial OB STARE. ( http://remolinomenstrual.blogspot.com.ar/2013/11/caen-las-cortinas.html )
[5] http://intimo.centromujer.es/salud/tampones-y-sindrome-de-shock-toxico.html
[6] http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/20-7685-2012-11-30.html
[7] Medina, Ileana. La revolución calostral. En Una nueva maternidad. Reflexiones de mujeres en la Red. Editorial Ob Stare.
[8] Negrita y subrayado mío. N del A.
[9] Odent, Michel. El nacimiento en la Era del Plástico. Editorial Ob Stare.
[10] Rodrigáñez Bustos, Casilda. Por un feminismo de la recuperación.
    Rodrigáñez Bustos, Casilda. La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente.
    Rodrigáñez Bustos, Casilda. La sexualidad y el funcionamiento de la dominación.
[11] Ver nota y comentarios: http://www.revistacotorra.com.ar/2011/04/toallitas-femeninas-de-tela.html


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