La práctica
de la soledad deliberada
(…) En
tiempos antiguos, tal como sabemos a través de los escritos de los
médicos-sanadores religiosos y místicos, la soledad deliberada era no sólo
paliativa sino también preventiva. Se utilizaba para curar la fatiga y prevenir
el cansancio. También se usaba como oráculo, como medio para escuchar el yo
interior y pedirle unos consejos y una guía imposibles de escuchar en medio del
estruendo de la vida cotidiana.
Las mujeres
de la antigüedad y las modernas aborígenes solían crear un lugar sagrado para
esta clase de comunión y búsqueda. Dicen que tradicionalmente se establecía
durante el período menstrual de las mujeres, pues en estos días una mujer vive
mucho más cerca de su propio conocimiento que de costumbre; el espesor de la
membrana que separa la mente inconsciente de la consciente se reduce
considerablemente. Los sentimientos, los recuerdos, las sensaciones que
normalmente están bloqueados penetran en la conciencia sin ninguna dificultad. Si
una mujer se adentra en la soledad en este período, tiene más material para
examinar.
No
obstante, en mis intercambios con las mujeres de las tribus de Norte, Centro y
Sudamérica así como con las de algunas tribus eslavas, descubro que los “lugares
femeninos” se utilizaban en cualquier momento y no sólo durante la
menstruación; más aún, cada mujer disponía de su propio “lugar de lo femenino”,
el cual consistía a menudo en un determinado árbol o punto de la orilla del río
o en algún espacio de un bosque o un desierto natural o una gruta marina.
Mi
experiencia en el análisis de las mujeres me lleva a pensar que buena parte de
los trastornos premenstruales de las mujeres modernas no es sólo un síndrome
físico sino también una consecuencia de su necesidad insatisfecha de dedicar el
tiempo suficiente a revitalizarse y renovarse[1].
Siempre me río cuando alguien menciona a los
primeros antropólogos, según los cuales en muchas tribus las mujeres que
menstruaban se consideraban “impuras” y eran obligadas a alejarse del poblado
hasta que “terminaban”. Todas las mujeres saben que, aunque hubiera un forzoso
exilio ritual de este tipo, cada una de ellas sin excepción, al llegar este
momento, abandonaba la aldea con la cabeza tristemente inclinada, por lo menos
hasta que se perdía de vista, y después rompía repentinamente a bailar y se
pasaba el resto del camino muerta de risa.
(…)
El calor:
La recuperación de la sexualidad sagrada
Siempre he
pensado que el Kaffeelatsch[2]
era un vestigio del antiguo ritual femenino del estar juntas, un ritual que,
como el antiguo, se centra en conversaciones del vientre y en el que las
mujeres hablan desde sus entrañas, dicen la verdad, se ríen como locas, se
sienten más reconfortadas y, cuando vuelven a casa, todo marcha mejor.
A veces
cuesta conseguir que los hombres se retiren para que las mujeres puedan
permanecer solas entre sí. Sé que en tiempos antiguos las mujeres animaban a
los hombres a que se fueran a “pescar”. Se trata de un estratagema utilizado
por las mujeres desde tiempos inmemoriales para que los hombres se alejen y la
mujer pueda quedarse sola o en compañía de otras mujeres. Las mujeres necesitan
vivir de vez en cuando en una atmósfera exclusivamente femenina, ellas solas o
con otras mujeres. Es un ciclo femenino natural.
(…)
[1] Las mujeres suelen tomarse el tiempo
necesario para responder a las crisis de la salud física, sobre todo de la
salud de los demás, pero olvidan dedicar un tiempo de mantenimiento a su
relación con la propia alma. Normalmente no comprenden que el alma es el
magneto, el generador central de su animación y su energía. Muchas mujeres
tratan su relación con el alma como si ésta no fuera un instrumento
extremadamente importante que, como todos los instrumentos valiosos, necesita
protección, limpieza, lubrificación y reparación. De lo contrario, lo mismo que
ocurre con un automóvil, la relación se deteriora, se produce una
desaceleración en la vida cotidiana de la mujer, ésta tiene que gastar grandes
cantidades de energía para llevar a cabo las tareas más sencillas y,
finalmente, sufre una grave avería lejos de la ciudad o de un teléfono. Y
entonces tiene que emprender a pie el largo y fatigoso camino de regreso a
casa.
[2] En alemán, tertulia de mujeres.
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