martes, 20 de noviembre de 2012

Una atmósfera exclusivamente femenina


La práctica de la soledad deliberada
(…) En tiempos antiguos, tal como sabemos a través de los escritos de los médicos-sanadores religiosos y místicos, la soledad deliberada era no sólo paliativa sino también preventiva. Se utilizaba para curar la fatiga y prevenir el cansancio. También se usaba como oráculo, como medio para escuchar el yo interior y pedirle unos consejos y una guía imposibles de escuchar en medio del estruendo de la vida cotidiana.
Las mujeres de la antigüedad y las modernas aborígenes solían crear un lugar sagrado para esta clase de comunión y búsqueda. Dicen que tradicionalmente se establecía durante el período menstrual de las mujeres, pues en estos días una mujer vive mucho más cerca de su propio conocimiento que de costumbre; el espesor de la membrana que separa la mente inconsciente de la consciente se reduce considerablemente. Los sentimientos, los recuerdos, las sensaciones que normalmente están bloqueados penetran en la conciencia sin ninguna dificultad. Si una mujer se adentra en la soledad en este período, tiene más material para examinar.
No obstante, en mis intercambios con las mujeres de las tribus de Norte, Centro y Sudamérica así como con las de algunas tribus eslavas, descubro que los “lugares femeninos” se utilizaban en cualquier momento y no sólo durante la menstruación; más aún, cada mujer disponía de su propio “lugar de lo femenino”, el cual consistía a menudo en un determinado árbol o punto de la orilla del río o en algún espacio de un bosque o un desierto natural o una gruta marina.
Mi experiencia en el análisis de las mujeres me lleva a pensar que buena parte de los trastornos premenstruales de las mujeres modernas no es sólo un síndrome físico sino también una consecuencia de su necesidad insatisfecha de dedicar el tiempo suficiente a revitalizarse y renovarse[1].
Siempre me río cuando alguien menciona a los primeros antropólogos, según los cuales en muchas tribus las mujeres que menstruaban se consideraban “impuras” y eran obligadas a alejarse del poblado hasta que “terminaban”. Todas las mujeres saben que, aunque hubiera un forzoso exilio ritual de este tipo, cada una de ellas sin excepción, al llegar este momento, abandonaba la aldea con la cabeza tristemente inclinada, por lo menos hasta que se perdía de vista, y después rompía repentinamente a bailar y se pasaba el resto del camino muerta de risa.
(…)
El calor: La recuperación de la sexualidad sagrada
Siempre he pensado que el Kaffeelatsch[2] era un vestigio del antiguo ritual femenino del estar juntas, un ritual que, como el antiguo, se centra en conversaciones del vientre y en el que las mujeres hablan desde sus entrañas, dicen la verdad, se ríen como locas, se sienten más reconfortadas y, cuando vuelven a casa, todo marcha mejor.
A veces cuesta conseguir que los hombres se retiren para que las mujeres puedan permanecer solas entre sí. Sé que en tiempos antiguos las mujeres animaban a los hombres a que se fueran a “pescar”. Se trata de un estratagema utilizado por las mujeres desde tiempos inmemoriales para que los hombres se alejen y la mujer pueda quedarse sola o en compañía de otras mujeres. Las mujeres necesitan vivir de vez en cuando en una atmósfera exclusivamente femenina, ellas solas o con otras mujeres. Es un ciclo femenino natural.
(…)


[1] Las mujeres suelen tomarse el tiempo necesario para responder a las crisis de la salud física, sobre todo de la salud de los demás, pero olvidan dedicar un tiempo de mantenimiento a su relación con la propia alma. Normalmente no comprenden que el alma es el magneto, el generador central de su animación y su energía. Muchas mujeres tratan su relación con el alma como si ésta no fuera un instrumento extremadamente importante que, como todos los instrumentos valiosos, necesita protección, limpieza, lubrificación y reparación. De lo contrario, lo mismo que ocurre con un automóvil, la relación se deteriora, se produce una desaceleración en la vida cotidiana de la mujer, ésta tiene que gastar grandes cantidades de energía para llevar a cabo las tareas más sencillas y, finalmente, sufre una grave avería lejos de la ciudad o de un teléfono. Y entonces tiene que emprender a pie el largo y fatigoso camino de regreso a casa.
[2] En alemán, tertulia de mujeres.

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